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Feriado del 17 de agosto: El recuerdo eterno de la muerte de San Martín

SCaldia
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El general José de San Martín pasó a la historia argentina como el mayor de los próceres. No por nada hasta hoy es conocido como «El Padre de la Patria» y «El Libertador«. Bartolomé Mitre lo nombró de forma póstuma como «el primer capitán del Nuevo Mundo».

José Francisco de San Martín y Matorras nació en Yapeyú, Corrientes, el 25 de febrero de 1778. Desde muy chico dedicó su vida la milicia: a los 12 años se unió al ejército real en España y peleó numerosas veces contra las tropas napoleónicas. En 1812 regresó al Río de la Plata, a sus 34 años, se unió a la Logia Lautaro, y a partir de entonces su vida giró en torno a conseguir la independencia americana.

Su primera victoria a favor de la causa de la independencia de América fue en el combate de San Lorenzo, al frente de los Granaderos a Caballo. Luego, como parte de su estrategia de liberar Chile y Perú del dominio español en su sueño de «La Patria Grande«, asumió como gobernador de Cuyo y organizó el Ejército de los Andes. Cruzó la Cordillera y obtuvo las victorias de Chacabuco, en 1817, y de Maipú, en 1818. Así, quedó asegurada la independencia de Chile.

En julio de 1821 entró en Lima, Perú, y el 28 de ese mes declaraba la independencia de ese país. Tras la entrevista con Simón Bolívar en Guayaquil, le «cedió» a él su ejército. Al regresar a Buenos Aires, no pudo asistir al velorio de su mujer. Sumado a esto, «las desavenencias con el gobierno de Buenos Aires» lo decidieron a marchar hacia Europa, repasa el historiador Felipe Pigna en su blog.

Allí su salud se volvió cada vez más precaria. Durante su vida padeció varias dolencias crónicas, acompañadas de fuertes síntomas: asma, gota y úlcera. Se cree que esta última es la más probable causa de su muerte, que a pesar de su debilidad llegó de forma sorpresiva para su médico personal, su hija Mercedes y su yerno Mariano Balcarce  el 17 de agosto de 1850 en Boulongne Sur-Mer, Francia, donde San Martín pasó sus últimos tiempos.

Poco y nada se sabe sobre los detalles clínicos de su fallecimiento. Esa misma mañana se había levantado almorzó con su hija Merceditas y su yerno, pero de repente se sintió muy mal, y rápidamente falleció. El certificado de defunción no indica las causas de su fallecimiento, y tampoco se conservaron constancias médicas de los profesionales que lo atendieron durante su vida, tanto en América como en Europa. Aún es un misterio sin resolver.

«La grandeza de los que alcanzan la inmortalidad no se mide tanto por la magnitud de su figura ni la potencia de sus facultades cuanto por la acción que su memoria ejerce sobre la conciencia humana, haciéndola vibrar de generación en generación en nombre de una pasión, de una idea, de un resultado o de un sentimiento trascendental. La de San Martín pertenece a este número», lo conmemoró Bartolomé Mitre en su libro Historia de San Martín y de la emancipación Sudamericana.

En sus palabras, de esta forma recordó a San Martín: «Sólo dos veces habló de sí mismo en la vida, y fue pensando en los demás. Pasó sus últimos años en la soledad con estoica resignación, y murió sin quejas cobardes en los labios, sin odios amargos en el corazón, viendo triunfante su obra y deprimida su gloria. Salvador de la independencia de su patria en momentos en que la República Argentina vacilaba sobre sus cimientos, fundó dos repúblicas más, y cooperó directamente a la emancipación de la América del Sur».

«Fiel a la máxima que regló su vida: ‘Fue lo que debía ser’ y antes que ser lo que no debía, prefirió ‘no ser nada’. Por eso vivirá en la inmortalidad«, resumió Mitre en el libro sobre aquel eterno prócer, «el primer capitán del Nuevo Mundo».

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