La cruda realidad económica del campo argentino se refleja en el desequilibrio entre los costos de producción y los ingresos para los tamberos. A pesar de los avances tecnológicos, la rentabilidad sigue siendo esquiva.
Para Alejandra, quien aprendió el oficio junto a su padre a los 11 años, cerrar el tambo representa un golpe emocional y económico. Aunque alquiló algunas vacas para mantener un ingreso, ahora busca nuevas oportunidades laborales.
El cierre de su tambo no solo afecta a Alejandra, sino también al mercado local y a los consumidores. Destaca que el precio de la leche nunca ha sido justo para los productores, lo que afecta a toda la cadena láctea.
Con la esperanza de un cambio en las políticas y una mayor valoración de los productores, Alejandra se enfrenta a la incertidumbre sobre su futuro. Su historia es un llamado de atención sobre la precaria situación de los tambos en Argentina y la necesidad de apoyo y reconocimiento para quienes trabajan en el campo.