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Tensión y pulseadas en el peronismo santafesino

SCaldia
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¿Qué pasa en el peronismo santafesino? El escenario de tensión que se tejió entre el gobernador saliente Miguel Lifschitz y su sucesor Omar Perotti también está teniendo un correlato interno en el justicialismo provincial, luego de un costoso proceso de unidad entre todos los sectores que le permitió quedarse con la provincia luego de 12 años. El rafaelino, que no tendrá mayoría en la Cámara de Diputados, también tendría problemas en Senadores con la rebelión de una parte del bloque.

Todo comenzó hace un par de meses con el portazo del senador Armando Traferri a la mesa de transición que había armado el PJ con la gestión socialista. Se comentó en aquel entonces que el oriundo de San Lorenzo (un departamento portuario vecino a Rosario), de aceitada relación con las administraciones del Frente Progresista al frente de la mayoría justicialista en la Cámara alta provincial, había pedido los ministerios de Justicia y Seguridad. La respuesta de Perotti fue que la vicegobernación para Alejandra Rodenas, cuya candidatura fue una construcción de Traferri, era suficiente pago para Nuevo Espacio Santafesino.

A partir de allí, los gestos beligerantes entre ambos fueron escalando, mientras también crecía la pirotecnia verbal entre el círculo del mandatario electo y quien está dejando el cargo. Perotti hizo dos amagues que fueron una provocación para el líder del partido de la rosa: primero intentó juntar los votos, pescando incluso entre sus propias filas y antes de asumir, para obtener la reforma constitucional que le permita la reelección, proyecto en el que fracasó su rival este mismo año. Luego hizo correr el rumor de que aunaba voluntades para impedir que Lifschitz se convirtiera en presidente de la Cámara, lugar que se ganó con una importante cosecha de votos en las generales.

Pero el enfrentamiento llegó hasta niveles casi ridículos al no poder ponerse de acuerdo ni en el lugar y hora de la ceremonia de traspaso de mando que se celebrará el 11 de diciembre. Algunos leyeron un gesto apresurado del peronista, que mandó las invitaciones para el acto antes de avisarle al gobernador saliente. Otros un capricho del socialista, que no quería ser silbado ante un público eminentemente del PJ. Mientras todo esto sucedía, Lifschitz comenzó a tramar su contraofensiva con Traferri. Ambos se pusieron a operar en el Senado para la aprobación de leyes con impacto presupuestario en la próxima gestión, lastimando el poder de maniobra de Perotti en su futuro gobierno.

Pero el último episodio del legislador díscolo llegó con su jugada, encabezando un levantamiento en el bloque de senadores del PJ (logró juntar a 6 de los 11 actuales), para darle media sanción express al presupuesto 2020 que envió el actual Ejecutivo. Para colmo, sucedió luego de que Lifschitz se hubiese comprometido a dejarlo en manos de la próxima administración y horas después de que Traferri participara en un acto del peronismo en apoyo al rafaelino en el cual, curiosamente, se reafirmó «la unidad en la diversidad».

En las filas pejotistas, entonces, pusieron el grito en el cielo. «No tiene escrúpulos», comentó una fuente del partido. El movimiento incluyó -deslizaron- una abultada suba de los recursos para la presidencia de la Cámara (que ocupará el mismo Miguel y dispondrá de 1200 millones) y de las asignaciones para subsidios que los senadores utilizan de modo discrecional de 1 a 5 millones por mes. También intentaron nombrar a gente de la propia tropa y de Traferri en cargos clave en control y Justicia, cuyos pliegos deben ser aprobados por la Legislatura. 

Es extraño que el gobernador saliente arme un presupuesto, siendo él el principal opositor a partir del 11 de diciembre, sin conocer las variables macroeconómicas que se esperan a nivel nacional y sin tener en cuenta, por ejemplo, la modificación de ministerios aprobada el mismo día de la Ley de Leyes. Pero el problema es más bien político, más que administrativo: Lifschitz parece buscar condicionar a la gestión que viene, pensando en volver antes incluso de haberse ido. «Lo que persigue es el título mediático y empezar desde ahora a socavar el gobierno de Perotti, atándolo de pies y manos», se molestó un asesor del PJ, que calificó el presupuesto de «inviable y extorsivo».

Pero con el correr de los días, se abrió un canal de diálogo. El socialismo, que no lograba juntar los dos tercios de mayoría especial necesarios para aprobar el proyecto sin pasar por comisiones, donde el PJ se lo trababa, se sentó a negociar. El perottismo pidió realizar modificaciones de fondo y giró el texto nuevamente al Senado, que lo aprobó por unanimidad y lo convirtió en ley sin tocar una coma. Y Lifschitz requirió que no se toque el jugoso aumento de recursos que se otorgó a él mismo como futuro presidente de la Cámara, y a sus socios del senado. Así, todos operaron fuerte y quedaron contentos. Y la tensión se descomprimir solo un poco.

Pero fue tan solo el primer round de una pelea que pinta brava. El futuro de la relación entre Perotti y el grupo rebelde que comanda Traferri es un enigma, y de ello dependerá -siendo que Diputados tendrá mayoría socialista- la posibilidad de sacar leyes y lograr la gobernabilidad. «Lo seguro es que los senadores, tanto siendo oficialismo como oposición, mantienen la misma lógica: negocian con quien tengan que negociar para su beneficio», afirma una fuente del peronismo. Y cierra, tajante: «No tienen ideología».

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