Como una ecuación descalabrada, la selva del Amazonas no solo pierde de manera acelerada su capacidad ancestral de absorber carbono, sino que ahora, en algunos sectores, incluso se ha convertido en un territorio emisor de ese gas, uno de los que provocan el calentamiento global. La causa de esta ruptura en el equilibrio natural de ese sistema es la deforestación a la que es sometida para expandir la frontera agropecuaria, un fenómeno viejo que bajo el gobierno de Jair Bolsonaro alcanzó límites nunca vistos.
Así se desprende de un artículo publicado esta semana en la revista Nature llamado “La Amazonía como fuente de carbono vinculada a la deforestación y el cambio climático”, en el cual una docena de investigadores exponen los resultados de un trabajo de 8 años que implicó 590 mediciones de concentraciones de dióxido de carbono y monóxido de carbono en la tropósfera inferior en cuatro lugares diferentes de esa vasta y bella región de Sudamérica.
“La Amazonía alberga los bosques tropicales más grandes de la Tierra y se ha demostrado que es un importante sumidero de carbono. Sin embargo, esta capacidad natural del sistema parece estar en declive por efecto de la deforestación y del cambio climático”, dice el trabajo, que subraya que es la parte sureste de ese ecosistema la que más marcadamente muestra ese cambio de comportamiento.
“Tanto la deforestación como la degradación de los bosques reducen la capacidad de la Amazonia para actuar como un pozo de captura de carbono», señalaron los autores. Desde 1970, los bosques tropicales de la región se han reducido en un 17%, principalmente por presión de la ganadería.
El mundo del revés
Según los datos del Panel de Cambio Climático de Naciones Unidas, durante los últimos 50 años la naturaleza (tanto la vegetación como los suelos) han absorbido más de un 25% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2). El problema es que esas mismas emisiones han aumentado un 50%, generando un desequilibrio que impacta de manera directa bajo la forma del calentamiento de la atmósfera.
El cambio climático aumenta la posibilidad de eventos extremos como las inundaciones y las sequías.
La Amazonía, que alberga la mitad de las selvas tropicales y que tiene capacidad para almacenar unos 450 mil millones de toneladas de CO2 tanto en sus árboles como en sus suelos, ha perdido parte de ese poder e incluso se ha convertido, en algunos sectores, en una fuente de emisión. “La parte noroeste del Amazonas se encuentra en equilibrio, pero el este, sobre todo en la estación seca, se convierte en una fuente emisora”, destacaron los científicos.
“Las emisiones totales de carbono son mayores en la Amazonía oriental que en la parte occidental, principalmente como resultado de las diferencias espaciales en las emisiones de incendios derivadas del monóxido de carbono. El sureste de la Amazonia, en particular, actúa como una fuente neta de carbono a la atmósfera”, agregaron. A partir de 1980, esa región fue sometida a una fuerte presión de expansión de la frontera agroindustrial.
El efecto Bolsonaro
Según el Panel Científico por el Amazonas (SPA), el 35 % del bosque amazónico ya ha sido deforestado o degradado. En un estudio reciente, los investigadores señalan que la gestión del presidente brasileño Bolsonaro “ha agravado la situación”.
El año pasado, la deforestación en esa región de Brasil alcanzó su punto más alto en 12 años. El actual gobierno impulsó desde el día uno de su gestión la minería y la agricultura en áreas protegidas y desarmó en gran parte el andamiaje institucional de protección del ambiente de ese país.
Como en un efecto dominó, la deforestación potencia el cambio climático, que a su vez se expresa con eventos cada vez más extremos tanto de inundaciones como de sequías. “Encontramos que la intensificación de la estación seca y el aumento en la deforestación parecen promover el estrés del ecosistema, el aumento de episodios de incendios y mayores emisiones de carbono en la parte este del Amazonas”, subrayaron los científicos.