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Los datos duros que le quitan el sueño a Cristina Fernández de Kirchner

Fiona Gaitán
Fiona Gaitán

Lanzamiento formal de la campaña electoral de Cristina Fernández de Kirchner como una forma de alinear el Frente de Todos para los decisivos comicios legislativos de medio término.

Movilizada más por la preocupación que por el entusiasmo, la vicepresidenta empieza a marcar la cancha para transitar un año donde las cosas no pintan bien y encima se siente obligada a que su fuerza política obtenga un triunfo categórico en las urnas.

En su entorno no disimulan que ella no sólo no está conforme con la gestión del presidente Alberto Fernández, sino que además percibe que no va a ser fácil para el oficialismo juntar la cantidad de votos que precisaría “para plebiscitar el lawfare”.

Evidentemente la obsesión por el resultado de las legislativas no pasa exclusivamente por la necesidad de acumular poder, también hace hincapié en la magnitud del triunfo porque considera que, por ese camino, podría condicionar definitivamente al Poder Judicial para lograr su objetivo prioritaria: ser sobreseída junto a su familia de las causas judiciales que amenazan con complicarla seriamente.

Nadie sabe a ciencia cierta si la ex presidenta es realmente consciente que zafar de la justicia, por el camino de confrontación que ha elegido, es prácticamente imposible. Si Marcela Losardo con su prudencia no logró cambiar la ecuación, nadie le puede asegurar que ahora Martín Soria lo logre a fuerza de bravuconadas contra la Corte Suprema y Comodoro Py. “Lo que necesita Cristina no está al alcance de Alberto ni de ningún funcionario en el Ministerio de Justicia, las causas están demasiado avanzadas, con muchas pruebas y evidencias en su contra, la única salida que le queda es una ley de Amnistía”, dicen en la Casa Rosada.

Diagnóstico que es compartido por algunos dirigentes de Juntos por el Cambio: “no va a parar de complicar todo e incluso desestabilizar más a Fernández, pero nunca logrará la impunidad con el aval de los jueces”.PUBLICIDAD

Precisamente, la creciente debilidad del gobierno de Alberto es responsabilidad de ambos. El jefe de Estado no pudo o no quiso poner límites y aceptó pasivamente el avance de su deterioro. Y ella, enojada y disconforme, fue avanzando sobre la administración del Frente de Todos de tal manera que logró erosionar a su compañero de fórmula de tal manera que las últimas encuestas indican que el sostén en la opinión pública del presidente es mayoritariamente el núcleo duro K. Fue perdiendo el voto blando que sedujo en 2019 y ahora dependen cada vez más del kirchnerismo.

Concretamente, Fernández ya no le sirve a CFK como el moderado que fue captando a los gobernadores del PJ, sindicalistas e intendentes del PJ. Y sobre todo a un segmento social que nunca se sintió identificado con el cristinismo. Esa fotografía empieza a ser un problema para la propia vicepresidenta porque reduce la competitividad del Frente de Todos en las urnas. Con la base electoral K no están en condiciones de ganar con mucha diferencia las elecciones legislativas.

Quizás les pueda alcanzar para triunfar en la provincia de Buenos Aires por el peso específico del Gran Buenos Aires, pero no para imponerse a nivel nacional.

En el oficialismo admiten que necesitan arañar un 43/45% en territorio bonaerense para asegurarse el triunfo en la sumatoria nacional, sobre todo porque saben que no les va a ir nada bien en Capital, Mendoza, Córdoba, Santa Fe, probablemente en Entre Ríos con la candidatura de Rogelio Frigerio. Para evitar ese escenario es probable que necesiten al frente la lista de diputados en la provincia de Buenos Aires un perfil no tan camporistaMáximo Kirchner quiere a Fernanda Raverta o a Luana Volonovich, pero quizás deban buscar postulantes menos radicalizados como Martín Isaurralde, Victoria Tolosa Paz o Daniel Arroyo.

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