Con la adultez llega la cruda verdad: las historias que inspiraron a Disney son más oscuras de lo que recuerdas. Hay tramas tan curiosas como tristes en todos los cuentos, pero entre ellas destaca la que inspiró La Bella y La Bestia.
Se dice que la película de Disney fue inspirada en el cuento que lleva el mismo nombre, escrito por la francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve. No obstante, historiadores como Enrique Carrasco —profesor de Comunicación en la Universidad Europea de Canarias y autor del libro Gonsalvus, mi vida entre lobos— hay una historia más antigua que pudo inspirar el cuento de Gabrielle, y por consecuente el clásico de Disney.

El argumento se remonta a un bebé huérfano originario de Canarias, España, que cayó en buenas manos al ser adoptado por la realeza. El nombre de aquel pequeño fue Pedro González, un niño que padeció discriminación y carencias debido a su “bestial” aspecto, como se le denominaba en la época.
Hoy día se sabe que el diagnóstico para Pedro era el Síndrome de hipertricosis lanuginosa congénita, una condición que hace que el crecimiento del vello se propague por el cuerpo de forma exagerada. Lo anterior gracias a la actividad irregular de los folículos pilosos y a las hormonas.

A los 10 años de edad, en 1547, Pedro fue llevado a la corte francesa del rey Enrique II y su esposa Catalina de Médici. Desde muy joven mostró ímpetu por cultivarse académicamente: llegó a dominar varios idiomas, era diestro en matemáticas, gramática, retórica, dibujo, astronomía y canto.
Estudiosos del tema de la realeza como Enrique Carrasco, apuntan además que la conversación de Pedro era cautivadora: sabía de todo. Era muy frecuente que las personas se olvidaran por completo de ver su vello para escucharlo recitar versos, poesía o preguntarle sobre situaciones políticas detalladas. Así lucía aquel inteligente y carismático hombre:

Cabe mencionar que Pedro fue llevado a la corte con fines “humorísticos”. Según Carrasco, la realeza de aquel entonces gustaba de “coleccionar” individuos aborígenes, enfermos o con alguna deformidad para su entretenimiento… evidentemente los Derechos Humanos básicos brillaban por su ausencia, pero esta acción acabó con inesperados buenos resultados para Pedro.
El rey Enrique II se encariñó mucho con su protegido, le procuraba siempre las mejores ropas, habitaciones y tutores, con el tiempo le asignó el puesto de Sommelier de panneterie bouche, algo parecido a “Ayudante de panadero real”.

Carrasco explica que básicamente se encargaba de poner la mesa, de supervisar los banquetes festivos de la corte y de hacer de anfitrión; un trabajo de paga fija que sólo tenía que realizar como tal una vez cada tres meses.
Al morir Enrique II en julio de 1559, Pedro quedó a cargo de la reina consorte Catalina de Médici. Aunque la reina apreciaba a Pedro, no llegó a tomarle el mismo apego que el rey, tenía sus reservas para quererlo tan cerca, así que decidió buscarle una esposa.

De acuerdo a Carrasco, la reina Catalina seleccionó a la más bella de sus damas de compañía con el objetivo de “despertar a la bestia” dentro de Pedro, es decir, crear la pasión y fomentar el libido suficiente en él para que iniciara su propia vida y aún en la corte, sus privilegios ante el trono fueran disminuidos.
La joven elegida compartía nombre con la reina: Catalina, pero su apellido es un misterio. Carrasco explica que ella era la “Bella” de la vida real: hermosa, de carácter fuerte y muy culta. Aceptó el matrimonio con Pedro desde la primera propuesta.

Según vix en 1573 Catalina y Pedro se casaron, con los años tuvieron siete hijos: Madeleine, Enrique, Françoise, Antoinetta, Horacio y Ercole (se cree que al menos tres de ellos heredaron la condición congénita de Pedro). La familia cumplió el deseo de la reina Catalina de Médici: irse de la corte en buenos términos.
Catalina, Pedro y sus hijos, viajaron por muchas cortes europeas, pero no en todas partes se encontraron con rostros amables. Carrasco explica por qué:
«Pese a ser celebridades y vivir como aristócratas, los González siempre fueron propiedad de alguien, nunca fueron considerados libres».
Carrasco junto a otros de sus colegas historiadores, rescatan el inquebrantable apoyo de Catalina, la “Bella” que siempre permaneció al lado de la “Bestia”.
El caso de la familia González inspiró a la comunidad científica por años, y aunque hoy se sabe que la hipertricosis lanuginosa no es más que una enfermedad congénita, el estigma rodeó la condición por años. En libros como el catálogo Monstrorum Historia, Pedro y sus hijos con hipertricosis figuraron como ejemplos de “monstruos”.

En cualquier caso, la ciencia moderna le dio a Pedro un lugar fuera de temores infundados. Por otra parte, la ficción le dio el cuento de La Bella y La Bestia, enfatizando el amor de la linda Catalina por su esposo.

Más de dos siglos después de la muerte de Pedro (suscitada en 1618), Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve escribió sobre los “Bella y Bestia” González. Las adaptaciones proliferaron como espuma, pero la mayoría de la sociedad contemporánea conoció el contexto de Pedro gracias a Disney.
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