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Paritarias + bono es la fórmula del derrame

SCALDIA
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Fórmula del derrame en Argentina, Mientras la agenda de coyuntura nos estampa contra el presente, la belleza y el arte se deshilachan, porque parafraseando a Lennon “la vida es eso que pasa mientras hacemos otros planes y notas sobre cosas que parecen importantes”. Acaba de fallecer Miguel Ángel Estrella y se nos fue a todes, incluso a los que jamás lo escucharon tocar Chopin, Bach o Beethoven en las villas tucumanas. También a los que no saben de su cautiverio inhumano a garras (porque manos tenía Miguel y se las picanearon hasta el paroxismo) de la última dictadura militar, por peronista y por “traidor a su clase y tocar para la negrada”.

Fórmula del derrame en Argentina

Dicho esto, alisemos la pilcha, ordenemos los argumentos y citemos al exviceministro de economía de Axel Kiciloff y actual consultor económico y financiero Emanuel Álvarez Agis, que señaló con acierto que incluso con paritarias funcionando perfectamente en los últimos cuatro años -podríamos agregar Precios Cuidados, cepos parciales de exportación y canastas varias- los salarios perdieron un 20% de su poder adquisitivo en promedio.

Desde hace años -desde el 2002 más precisamente- que la sola recomposición salarial pactada por centrales obreras, cámaras empresarias y el gobierno (que es el que las homologa finalmente) no alcanza para detener el deterioro salarial y que en los últimos dos años ha sumado un fenómeno tan novedoso como lamentable: un tercio de los trabajadores registrados está por debajo de la línea de pobreza.

Fórmula del derrame en Argentina

Sobre los números del empleo y la pobreza del Indec para el segundo semestre del año pasado hemos escrito en la nota anterior, pero si nos concentramos en el último trimestre para los ingresos las familias argentinas, nos encontramos conque hubo una mejora del 0,022 puntos (sí, tanto como eso) respecto del mismo período 2020. Con un ingreso promedio de $55.512 y una media aritmética (si me dan a elegir el menos distorsivo de los cálculos cuando hay tanta amplitud de valores e ingresos acumulados en los deciles más bajos) de $45.154 para la población ocupada. Para completar el cuadro de situación, el 60% de quienes tienen trabajo en el país sobreviven por debajo de la línea de pobreza y no pueden adquirir una canasta básica total, valuada en $83.807.

Pero si nos fijamos en el ingreso promedio de los cuatro deciles más bajos (donde se acumula el 38% de los trabajadores) resulta que el monto percibido es de apenas $19.667, claramente por debajo de la línea de indigencia y la mitad de una Canasta Básica alimentaria, valuada en $37.413.

Aclaración sumamente importante cada vez que se analizan éstos números: el pool de neoliberales aglomerados en Cambiemos (hoy Juntos por el Cambio) produjo un descalabro social y económico similar sin pandemia ni guerra entre potencias alimentarias y energéticas. De hecho, durante los cuatro años de «industricidio» y revancha política y cultural produjo una caída del PBI del 7% con una pérdida salarial de 25% para les trabajadores.

La diferencia entre la caída de la riqueza producida y el empobrecimiento por ingresos de les trabajadores es de 18 puntos, transferencia neta y regresiva de la riqueza en beneficio de los sectores más pudientes y poderosos, porque el poder es eso: no sólo poseer los medios de producción y tener la capacidad de generar riquezas (el trabajador también lo hace) sino de apropiárselas a voluntad y capricho, salteando toda regulación equitativa o igualitaria.

Habrá que decir que si seguimos en la lógica comparativa anterior, podemos decir que el PBI en los dos primeros años de gobierno bajo asedio opositor y tramado por contradicciones propias del FDT, el PBI cayó apenas y 0,4% y el poder adquisitivo del salario recuperó en enero 2022 los valores de noviembre de 2019 (como se ve en el siguiente cuadro). El Frente de Todos no hace macrismo con perspectiva de género, no tiene la misma lógica e intenciones (aunque no se pelee con el establishment). Se detuvieron dos caídas estrepitosas, pero no hay empate que valga, les trabajadores formales e informales siguen perdiendo contra la inflación.

Las cifras, por contundentes que parezcan, pueden mirarse desde arriba o abajo, desde izquierda o derecha y significan según el parámetro que se utilice para apreciarlas (lo de inventarlas o comparar buzones con milanesas lo dejamos para la oposición realmente existente). Las medidas estadísticas son un vicio de los periodistas y los operadores pero hay buenas noticias que efectivamente son buenas pero no alcanzan: el salario mínimo vital y móvil (Smvm) se incrementó un 45% en diciembre 2022 pero aun así está 15 puntos por debajo de la inflación piso estimada para éste año y 35 puntos por debajo de los valores de la era kirchnerista; hay 286.000 empleos formales más que en 2019 pero 200.000 son monotributistas y en su mayoría ganan $50.000 o menos y el famoso Plan para transformar planes precarios en empleos formales sólo alcanzó a 30.000 de un universo de 1,2 millones de beneficiarios potenciales.

Si estuviese vivo y pudiese citar alguno de sus libros, el también peronista y brillante escritor y polemista Dalmiro Sáez diría que “hay hambre adentro de tu pan”; el mismo Dalmiro que le explicó a Mirtha Legrand -vano intento- que Evita no se disfrazaba de reina sino de los sueños de la obrera y el mismo que sostuvo en una vieja nota, de ésas que con la excusa de hablar de libros preguntan cualquier cosa, que “el peronismo es felicidad aquí y ahora, para fomentar la resignación y prometer paraísos imaginarios hay otros partidos”.

O para decirlo en otros términos y sin pretender escanear a nadie con el peronómetro: si Perón en el balcón del 17 de octubre o durante su primer campaña presidencial le hubiese dicho a esos multitudinarios y sedientos (de justicia social en principio) auditorios que primero había que desarrollarse industrialmente y exportar para generar divisas y que luego vendrían el salariazo y “la vida que nos merecemos” (Perón no era tan vago, sino más taxativo), es muy probable que nunca hubiese ganado y -tal como sueñan Macri y sus votantes fieles- el más grande partido de masas de Latinoamérica no hubiese existido. Y el problema no es el marco teórico o el etapismo del modelo que instrumentan Guzmán o Kulfas, es mas bien lo que sigue.

La Teoría del Cerco versión 2022

Toma 1 en flashback: Alicia Eguren participa como invitada ilustre y heroína de la resistencia peronista en una plenaria de Montoneros donde escucha por primera vez aquello de que Perón quería el socialismo nacional, que el viejo estaba listo para trasvasarles la conducción del movimiento pero el nefasto entorno conque regresara del exilio (Isabel, López Rega y la caterva de asesinos de ultraderecha que poblaron el palco de Ezeiza) no lo dejaban ver ni actuar con claridad.

Toma 2 en rabioso presente: El kirchnerismo es accionista principal (en votos y militantes «movilizades») del FDT y sostiene que las operaciones mediáticas, faltas de respeto públicas y privadas y afiches contra Cristina no están avaladas ni mucho menos impulsadas por Alberto. Que él tomaría medidas más agresivas y eficaces en materia económica y social pero es el entorno (Olmos, Biondi, Guzmán, Kulfas, Moroni, la CGT que conduce Daer y porqué no el Gato Sylvestre) el que no le permite gestionar en línea con el compromiso que sellaron con Cristina en 2019.

Las dos tomas serán rematadas con la solución de la primera: Alicia Eguren los escuchó a todos, respiró profundamente y descerrajó una metáfora cruda y que desató gran revuelo: “Cuidado si al saltar el cerco, el que los está esperando con una ametralladora es el propio Perón”.

Antes de que nadie dispare sobre esta nota palabras que no corresponden, digamos que para salvar al peronismo no es indispensable salvar a Perón y que la cita sólo busca introducir un elemento al actualísimo debate acerca de “si Alberto quiere pero no lo dejan” o “no quiere y por eso no lo hace”.

En función de información puntillosamente recabada, no haciendo una relectura de otras opiniones publicadas, diremos que no es el equipo que lo rodea sino el presidente. La clave está en quien conduce. Lavagna y Nielsen negociaron uno de los desendeudamientos más significativos de la historia económica (-73% respecto del PBI), pero el que condujo la estrategia y fijó las metas fue Néstor Kirchner. Alberto Fernández se lo contó de primera mano y con lujo de detalles a éste escriba.

El mismo Alberto que ratifica un rumbo del que está convencido y por éstas horas y tras escuchar al influyente director de PxQ, piensa que la salida es P+B: paritarias + bono o suma fija no remunerativa y por única vez, que permita elevar el piso de todas las paritarias y -al igual que dos veces con Duhalde y una más con Néstor- rescate a los salarios del atraso injusto en que están sumidos desde hace cuatro años.

El mismísimo Alberto que -con una inflación importada descomunal en alimentos y energía que dispara los precios de ésos bienes en todo el mundo- no va a subir ni medio punto las retenciones a ningún cultivo, porque supone que ésas actitudes lo diferencian claramente de los “errores” del kirchnerismo del que se bajó para no pelearse ni con Clarín ni con el campo. Es coherente, es él mismo.

Pero ahora es presidente en un formato no colegiado de gobierno y de sus decisiones dependen que millones de argentinos -la mitad o poco más- coman o no, vivan o sobrevivan, y esto sí que es determinante y no es lo mismo.

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