Ataque femicida cada 16 horas, Aunque la violencia de género es una cuestión compleja, las cifras constituyen uno de los caminos posibles para comenzar a tomar dimensión del problema. En Argentina, entre el 1° de enero y el 28 de febrero de 2022 se perpetraron 88 ataques femicidas: 51 femicidios (que se dividen en directos y vinculados), 37 intentos de femicidios y dos trans/travesiticidios. Si dividimos la cifra total por la cantidad de días del período relevado (58), el promedio indica que hay más de un hecho por día: uno cada 16 horas, para ser más exactos. En este escenario, los colectivos feministas se movilizarán una vez más este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, bajo la consigna «La deuda es con nosotras» y con el pedido de declaración de la Emergencia en violencia de género a nivel nacional y provincial como uno de los objetivos para este año.
Los datos referidos surgen del informe desarrollado por el Observatorio de las violencias de género «Ahora que sí nos ven» a partir del relevamiento de noticias publicadas en medios gráficos y digitales de todo el país entre el 1° de enero y el 28 de febrero. Desde la organización explicaron que la inclusión de los intentos de femicidio en el registro se debe a «la necesidad de visibilizarlos para entender el alcance real de la violencia machista y la forma progresiva en que se da». Además, advirtieron que «es necesario que el Estado y sus instituciones se comprometan a garantizar una vida libre de violencias y que la sociedad en su conjunto entienda que la violencia machista nos afecta y atraviesa a todas, todos y todes».
La misma mirada sostienen desde la organización La Casa del Encuentro, que desde 2003 trabaja para acompañar a las mujeres en situación de violencia machista y para colaborar en la toma de conciencia por parte de la población y en la elaboración de políticas públicas integrales con perspectiva de género. Además, sostienen también un observatorio de femicidios, al que han bautizado Adriana Maricel Zambrano, en homenaje a esta mujer jujeña, asesinada en 2008 por su expareja José Manuel Alejandro Zerda, en un crimen que fue juzgado en un proceso con numerosas falencias y que derivó en la impunidad del asesino.
En diálogo con el programa Algo que Decir, que se emite por AIRE los domingos por la mañana, Alejandra Benaglia -responsable del área de comunicación de la ONG-, sostuvo que «la cifra de las mujeres asesinadas no disminuye con el correr del tiempo» y que «esta violencia extrema, como son los femicidios, son el último paso de un contínuum de violencias previas que atraviesan las mujeres y las diversidades en nuestro país». «Se necesita un cambio urgente, que provenga tanto del Estado con sus políticas públicas como de la responsabilidad de todos y todas en poder lograr un cambio cultural y desnaturalizar la violencia que es estructural en nuestra sociedad», advirtió la entrevistada y recordó que «detrás de cada cifra hay una mujer asesinada y hay una familia que tiene que continuar viviendo de alguna manera».
La comunicadora, socióloga, docente e investigadora feminista Claudia Laudano, profesora de la Universidad Nacional de La Plata y científica del Conicet, adhiere a la necesidad de no perder de vista la cadena de violencias que se desarrolla antes de la concreción de un femicidio. Violencias que, tal como lo indica la Ley N° 26.485, puede adquirir distintas formas: física, psicológica, sexual, económica o patrimonial y simbólica, entre otras.
«Es imprescindible no mirar sólo los casos de femicidio; debemos ampliar la mirada y abordar lo que las feministas venimos discutiendo de manera organizada en América Latina desde hace varias décadas que es la violencia contra las mujeres en todas sus formas. Me parece que es una instancia sumamente necesaria e importante, porque como sociedad no tenemos toda la información que se requiere para identificar y combatir todas esas otras prácticas de violencia que preceden o que sirven de terreno fértil al femicidio», sostuvo en diálogo con Aire Digital.
Sin refugio ni resguardo
Lejos del sentido común que concibe al hogar familiar como un lugar seguro para quienes lo habitan, el 54,9% de los femicidios fue cometido en la vivienda de la mujer (que usualmente comparte con el agresor) y en el 86,2% de los casos el femicida pertenecía al círculo íntimo de la víctima, siendo la mayoría de los crímenes (58,8%) perpetrados por hombres que son parejas o exparejas de las víctimas.
«No estamos seguras en nuestro propio hogar cuando más de la mitad de los femicidios de este año ocurrieron en la vivienda de las víctimas. Como decimos siempre, éste es un factor clave a tener en cuenta para la prevención de la violencia de género: si los femicidios ocurren en casa, es importante implementar medidas y herramientas que contribuyan a detectar situaciones de riesgo y verdaderas oportunidades para que las mujeres que conviven con el agresor cuenten con las posibilidades materiales para poder apartar al agresor de la vivienda, o en su caso contar con políticas de acceso a la vivienda con perspectiva de género para que las mujeres en situación de violencia puedan tener una autonomía económica que les permita dejar el hogar en el que su vida corre peligro», manifestaron desde el Observatorio Ahora que sí nos ven.
Como consecuencia de los 51 femicidios registrados, al menos 43 niños y niñas perdieron a sus mamás. En muchos casos, el femicida es el propio padre (que se da a la fuga, se suicida o cae preso), lo que deja a los menores en una situación de total vulnerabilidad al perder a sus dos progenitores.
Denuncias no escuchadas
El 12% de las víctimas de femicidio había radicado al menos una denuncia previa contra su agresor y el 8% tenía una restricción de acercamiento dictada por la Justicia –aunque es sabido que, sin control ni custodia, las órdenes de alejamiento son letra muerta, apenas un papel que no logra frenar ni el cuchillo que apuñala ni el arma que dispara–. «De esto se desprenden dos cuestiones que preocupan: la falta de respuesta adecuada para aquellas que denuncian, lo que deriva en que pocas mujeres se animen a denunciar. Exigimos una reforma judicial transfeminista, que destine mayor presupuesto a protegernos, que tome decisiones adecuadas para cada situación particular con una mirada interseccional, que escuche a las víctimas. La Justicia sigue teniendo una deuda enorme con las mujeres y los colectivos LTBIQ+», manifestaron desde Ahora que sí nos ven.
Desde La Casa del Encuentro también ponen el foco en los factores que acorralan a las víctimas que sufren violencia machista. «Muchas mujeres no se animan a denunciar porque no tienen una red de contención, porque si denuncian el agresor se vuelve luego más violento y tienen que seguir conviviendo con él porque no tienen a dónde ir. En muchos casos, la situación de violencia les impide trabajar y sin independencia económica es imposible salir de ese círculo cuando el Estado no brinda las respuestas o el acompañamiento necesario», reflexionó Benaglia durante la charla con Algo que Decir.
«En el caso de las mujeres que sí se atreven a contar lo que está pasando, cuando denuncian y la Justicia impone medidas de exclusión o de alejamiento, en muchos casos los varones denunciados violan esas medidas y vuelven a atacar a las víctima sin tener una consecuencia penal, lo que les otorga impunidad por parte de una Justicia patriarcal y machista que no reacciona ante la desobediencia de ese mandato judicial», advirtió la entrevistada.
Combatir la violencia sexual, un desafío más urgente que nunca
En la lista de las violencias previas al femicidio, los ataques sexuales configuran algunas de las situaciones más críticas que atraviesan las mujeres y las identidades feminizadas en la Argentina. Recientemente, la noticia de la violación grupal cometida por seis hombres de entre 20 y 24 años en el barrio porteño de Palermo a bordo de un auto en plena tarde ocupó todas las pantallas y las tapas de los diarios, y generó una ola de comentarios e intercambios en las redes sociales. Las características del hecho lo convirtieron en un caso que tuvo incluso repercusión internacional, pero es sólo uno de los cientos que se denuncian a diario en todo el país.
«A mí, en lo personal, lo que más me movió es el tema de la edad de los agresores», advirtió Laudano. «Porque estamos demasiado habituados a decir que las cosas están cambiando y que las masculinidades ya no son las masculinidades de antes; creo que sí hay cambios que están ocurriendo impulsados por el movimiento feminista, pero creo también que hay veces que nos entusiasmamos demasiado rápido. Hay cosas que vemos desde las mujeres que no tienen una correlación tan rápida con esta cultura masculina, varonil, de dominación y de ejercicio de poder. Que los agresores sean tan jóvenes, la verdad, me abre un montón de interrogantes», sostuvo la investigadora.
Además, la socióloga también reflexionó sobre las implicancias que tiene la visibilidad con que se perpetró el ataque: «Que sea tan alevoso, a plena luz del día, con dos haciendo de campana, también es un elemento sobre el que tenemos que poner mucho más énfasis, porque este tipo de circunstancias terminan de desterrar esa falsa idea de que hay un ‘escenario ideal’ para ser violadas, que tiene que ver con la noche, la oscuridad, la soledad, la lejanía, el agresor individual. La violencia sexual, lamentablemente, es parte de la realidad que transitamos a diario», cerró.