La campaña aún no empezó formalmente, pero ya se avizoran densos nubarrones en el horizonte electoral del oficialismo. La inflación que no cede –se ubicará entre 3% y 3,5% en junio, según las consultoras privadas-, alimentada por paritarias salariales que parecen no tener techo y un dólar blue que pegó un salto en los últimos días constituyen hoy los mayores peligros que deberá sortear el gobierno de Alberto Fernández de aquí a las primarias.
Tal como detalló AIRE en notas anteriores, la Casa Rosada confía en ganar las próximas elecciones legislativas sobre la base de dos ejes claves: una amplia campaña de vacunación que garantice que la mitad de la población (25 millones de personas) esté inoculada contra el virus del covid antes de las Paso y, en simultáneo, una política de aceleración del gasto público (refuerzos de planes asistenciales y subsidios) que permita engrosar los bolsillos de la clase media frente a la inflación.
El camino, sin embargo, no luce todo lo despejado que esperaba el Gobierno. Incluso la gestión de la pandemia, que había evidenciado signos positivos tras la caída de contagios de las últimas semanas, se encontró con serios obstáculos con el faltante del segundo componente de la vacuna Sputnik V. Un millón de personas, que habían sido inoculadas con la primera dosis rusa hace tres meses o más necesitarán completar, a más tardar a principios de julio, sus esquemas de vacunación, de lo contrario su inmunidad contra la enfermedad quedaría seriamente disminuida. La inminente llegada de una tercera ola de la pandemia de la mano de la variante Delta –que los especialistas e infectólogos consideran inexorable- obliga al Gobierno a librar una carrera contra reloj para conseguir, como sea, las dosis necesarias.
En la Casa Rosada cunde un fuerte malestar por el incumplimiento del gobierno de Vladimir Putin: se habían prometido 22 millones de dosis de Sputnik al finalizar el primer trimestre y hasta ahora solo arribaron 9.415.754, menos de la mitad. Solo el 16% corresponde al segundo componente. En un comunicado oficial, la ministra de Salud Carla Vizzotti le reclamó al Fondo Ruso de Inversión Directa –responsable de la distribución de las vacunas- que cumpla con el contrato; finalmente el jueves se confirmó que en los próximos días arribarán al país dos aviones provenientes de Rusia con nuevas dosis de Sputnik, pero aún no se precisaron las cantidades.
A los problemas sanitarios, al gobierno de Fernández se le suman los problemas económicos. El dólar volvió a retomar la carrera y la última suba de la divisa alteró los ánimos en la Casa Rosada. El jueves pasado subió otros 4 pesos y en solo dos semanas recuperó toda la baja que tuvo en el primer trimestre. El tema se evalúa al máximo nivel político: recién se esperaba un movimiento del dólar para agosto, pero se adelantó de manera imprevista. El oficialismo sabe que un dólar inquieto puede complicar, y mucho, la campaña electoral.
Esto explica por qué el ministro de Economía, Martín Guzmán, decidió hacer un pago de U$S 430 millones al Club de París la semana pasada. Lo hizo para evitar un default de la deuda con el organismo. “Hay que evitar como sea un cimbronazo cambiario”, le explicó el ministro al presidente Fernández. En rigor, el gobierno argentino pretendía arribar a un acuerdo con el Club de París para refinanciar la totalidad de la deuda con el organismo, de U$S 2.400 millones. Con ese objetivo Fernández viajó a Europa hace tres semanas. Sin embargo, no logró su propósito: sus acreedores reclamaron que, antes de iniciar la renegociación, debía contarse con el aval del FMI. Ese aval no llegó.
Además del dólar, la mayor preocupación del Gobierno es la evolución de la inflación. El propio ministro Guzmán debió corregir la proyección anual de este año –del 29%- y situarla más cerca del 40%. Las consultoras privadas estiman que se estirará más allá del 45%. Es por ello que los sindicatos nucleados en la CGT plantearon la reapertura de las paritarias para reclamar aumentos salariales superiores a los pactados en abril. Después de todo, fue la vicepresidenta Cristina Kirchner quien avaló subas superiores al 40% cuando concedió, inesperadamente, un aumento de ese monto a los empleados legislativos.
Ante las presiones de los gremios y del kirchnerismo, Guzmán no tiene otra alternativa que bajar la cabeza, al igual que el presidente Fernández. La prioridad es ganar las elecciones como sea. Después se verá.