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Una mujer «volvió a respirar» tras una compleja cirugía en el Centenario

SCALDIA
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Un equipo de profesionales del Hospital Centenario tiene motivos para celebrar. La oportuna cirugía realizada a una mujer de 44 años, que se agitaba hasta en reposo a causa de un cuadro de hipertensión pulmonar severa, permitió que su calidad de vida cambiara en forma contundente.

La intervención, realizada en la institución pública, implicó para los médicos un enorme desafío teniendo en cuenta el grave estado de salud de la paciente, las dificultades que les impuso la técnica que le practicaron y los protocolos estrictos que exige la pandemia antes, durante y después de una cirugía.

La decisión no fue fácil pero debido a la condición de la mujer, la falta de respuesta al tratamiento médico y por la progresión de los síntomas, era necesario intentar revertir la situación con esta cirugía. La paciente sufría desde que era muy joven los embates de una enfermedad provocada por dos tromboembolismos a nivel pulmonar que la pusieron al borde de la muerte y dejaron secuelas notorias a nivel respiratorio, al punto que en los días previos a la intervención apenas podía respirar.

El nombre de la práctica quirúrgica es largo y difícil de retener: tromboendarterectomía bajo circulación extracorpórea con hipotermia profunda y paro. Significa, básicamente, que bajaron su temperatura corporal a 20 grados, le generaron varios paros cardiorrespiratorios durante 20 minutos (mientras la paciente permanecía conectada a una máquina que reemplazaba funciones vitales) para, dentro de ese tiempo, poder “trabajar” dentro del pulmón y reparar el problema.

Esos 20 minutos de circulación extracorpórea se fueron alternando con 10 minutos de “normalización” de las funciones, y así varias veces. Esta intervención no se había realizado hasta ahora en ningún efector público de la región.

Todo un reto

El diagnóstico de la mujer es hipertensión pulmonar severa por tromboembolismo pulmonar crónico. Una dolencia poco común que condiciona en forma severa la calidad de vida y puede llevar a una muerte temprana.

Jorge Sagripanti, médico cardiólogo que atendió a la paciente para evaluar la posibilidad de la cirugía, mencionó que “es una patología de escasa prevalencia ya que dentro de la hipertensión pulmonar entre quienes tienen tromboembolismos agudos, muy pocos se cronifican, sólo un 4 %”.

A su vez, Pedro Corvalán, jefe de cirugía cardíaca del Hospital Centenario y profesor de la Universidad Nacional de Rosario, habló de los riesgos de la compleja intervención y la satisfacción que sienten los profesionales por los buenos resultados de la misma: “Una cirugía así, en estos pacientes, establece un porcentaje de mortalidad que puede alcanzar al 25%, dependiendo de las características de cada persona”.

Desde el punto de vista clínico, la presión pulmonar normal es de alrededor del 30 mmhg. La de esta mujer alcanzaba 90 mmhg, destacó el cardiólogo, para dar cuenta de la gravedad del cuadro de la paciente.

“No podía ni caminar, ni sentarse sin que se agitara. Su estado era crítico”, coincidieron los especialistas.

Después de cuidadosas evaluaciones médicas, de decenas de estudios, de que el directorio del hospital diera el visto bueno para la operación (ya que entre otras cuestiones había que disponer de una sala especial para aislar a la paciente en un momento de ocupación alto de camas), la cirugía se hizo realidad.

“Es una operación que requiere asistencia circulatoria, de bomba extracorpórea. Para hacer esta intervención necesitamos parar el corazón y que la sangre no circule en el individuo porque es preciso observar muy bien el plano del trombo y la pared de la arteria pulmonar. También necesitamos bajar la temperatura corporal a 20 grados”, explicó Corvalán.

Uno de los aspectos más delicados a tener en cuenta cuando se utiliza esta técnica es la preservación del cerebro. “Provocamos la hipotermia porque de ese modo el consumo energético cerebral es menor y por ende las lesiones, que pueden producirse, son menos graves. Quizá lo más difícil de esta cirugía es lo que implica para el cerebro”, reflexionó el cirujano.

Antes y después

Los médicos fueron provocando en la paciente paros de 20 minutos con “recuperaciones” de 10 minutos para poder operarla. “Después de que el corazón comenzó a latir nuevamente y dimos por finalizada la cirugía vino el posoperatorio, que no es nada fácil para estos pacientes. No se los puede despertar en forma precoz y precisan, por varios días, asistencia mecánica”, mencionaron los profesionales.

El alta fue a los 15 días, “y lo más importante es que las presiones pulmonares bajaron, prácticamente se normalizaron. Es una paciente que hoy puede hacer sus actividades y ha mejorado mucho su capacidad funcional”, comentó Sagripanti.

Los profesionales mencionaron que el Centenario cuenta con especialistas en distintos campos: cardiólogos, hemodinamistas, ecocardiografistas, anestesiólogos con experiencia en cirugía cardíaca de alta complejidad. Además de personal capacitado que maneja la bomba extracorpórea.

Es un gran equipo y todos los eslabones de la cadena son fundamentales para que las cosas salgan. El personal que traslada al paciente desde el quirófano hasta la sala de recuperación, que es una sala especial y de gran importancia en este proceso por las complicaciones posoperatorias, también tiene un rol fundamental. Todos aportamos para el resultado”, enfatizaron los médicos.

En esta particular intervención participaron los cirujanos Pedro Corvalán; Maximiliano Ago; Ricardo Pereyra; Milton Epifa y José Ameriso. Los cardiólogos Jorge Sagripanti y Leandro Cammarata. El hemodinamista Martín Najenson. Además de integrantes del servicio de recuperación cardiovascular, coordinado por Héctor Bonacorsi, y el staff de cardiólogos recuperadores. También fue sustancial la tarea de los anestesiólogos Germán Fontanella, Hernán Biset y Ezequiel Radkievich.

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