Salía de una internación, vio a un cartonero descalzo y le regaló sus zapatillas: «Se las puso y no paraba de agradecerme»

La foto de un hombre en medias arriba de una moto se volvió viral. El protagonista es Javier Alakran. Este aficionado al rugby de Floresta le regaló sus zapatillas a un cartonero que estaba en ojotas y tenía dificultades para caminar.
Javier salió a las cinco de la mañana de una internación y fue a comprar una medicación a la farmacia junto a su hijo Martín. El adolescente ingresó al comercio y él se quedó en la vereda, donde vio a un joven que se acercaba en ojotas, rengueando y arrastrando un carro.
«Verlo al chico así en ojotas con el frío que hacía me partió el alma«, aseguró Javier en diálogo con Nuestra Tarde, por TN. «Le pregunté cuánto calzaba, me dijo 40, me bajé de la moto y le di las zapatillas», contó.
El cartonero, un chico muy joven, no lo podía creer. Primero, le preguntó si era verdad que se las regalaba y, después, no paraba de agradecerle. «Se fue contento», remarcó este «motoquero solidario».
Su hijo Martín se asustó al ver a su papá descalzo y pensó que le habían robado. Sin embargo, cuando el hombre le explicó lo sucedido no le pareció raro, ya que la solidaridad es parte de la vida de Javier. «No es la primera vez que hace estas cosas. Hemos salido de comprar en un local de comidas rápidas y, al ver algún cartonero, mi papá le regalaba el paquete», detalló.
El adolescente recordó también otro episodio en el que su papá le dio su campera a una persona en situación de calle y se quedó en remera en pleno invierno.
Ninguno de los dos, sin embargo, puede entender por qué el gesto de Javier se volvió viral. En tres días, la foto a bordo de la moto y en medias fue compartida más de 73 mil veces y el posteo recibió 41.000 mensajes.
Contactada por las redes sociales, la esposa de Javier relató la inusual secuencia: «Lo mandé a comprar remedios y volvió descalzo».

Una historia de carencias materiales, pero de corazón gigante
Javier abrió su corazón en Nuestra Tarde y dejó en claro, con pocas palabras y entre lágrimas, su amor por los demás y sus intenciones solidarias. Comenzó a trabajar cuando tenía 9 años en una carnicería junto a su papá, allí permaneció hasta los 35 cuando un problema en los pulmones lo obligó a buscar otras alternativas, y se volvió motoquero.
«Yo lo pasé muy mal, al punto de no comer a la noche o de tener que usar zapatillas chicas porque no tenía para comprar nuevas. Por eso no quiero que ni mis hijos ni nadie la pase mal», aseguró Javier, que no pudo contener el llanto.
El par de zapatillas que este hombre le entregó al joven de la foto era el más nuevo que tenía y reconoció que en su casa le quedaba un solo par viejo.
A Javier tampoco le sobra el dinero, en medio de la cuarentena por la pandemia de coronavirus reconoce que el trabajo «está flojo», pero asegura: «Hay que seguir poniéndole el pecho, no queda otra».
Floresta Rugby Club
Alakranes parte de un equipo que es sinónimo de inclusión social. FRC es un club de Rugby muy diferente a los conocidos, que usa el deporte para contener y sacar adelante a adolescentes que viven en barrios populares de la Ciudad y Provincia de Buenos Aires.
Hay chicos que vienen del Barrio 1-11-14 o del Ramón Carrillo, otros que llegan desde San Francisco Solano, en el Sur de la Provincia, pero también hay profesionales y adolescentes de familias con mayor poder adquisitivo. Todos se unen por la misma pasión y gracias a los valores del deporte.
El equipo fundado en 2005 por Juan Marchetti todavía lucha por tener un predio propio. Sus entrenamientos suelen realizarse en un predio del Parque Avellaneda, pero también tuvieron que desplazarse hasta General Rodríguez. Hace 10 años se integró al grupo 4 en la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), la última categoría de competencia.
En medio la pandemia, desde el club están sosteniendo un comedor que le está dando de comer a alrededor de 100 chicos.
«Salimos a ayudar a la gente que se quedó sin trabajo y la está pasando mal. Los primeros meses nos salió fácil pero hoy por hoy nos está costando un montón«, admite Javier.
«Lo que siempre digo es que un grande puede pilotear el no comer pero una criatura no y hay chicos que hoy en día no tienen un vaso de leche», se lamentó.
Esta familia del rugby es conocida por sus trabajos de solidaridad, que también incluyen jugadoras femeninas y hasta clubes de lectura. «Esta es la gente del rugby, el rugby es esto y no lo que pasó en Villa Gesell». Javier diferenció así la pasión por el deporte de los 11 jugadores acusados por el asesinato de Fernando Báez Sosa.