La economía de un país no se mide solo en cifras macroeconómicas, sino en cómo estas impactan la vida cotidiana de sus ciudadanos. En Argentina, la situación económica ha sido un tema candente, especialmente en el contexto actual. Con un porcentaje significativo de la población luchando por cubrir sus necesidades básicas, surge la pregunta: ¿por qué tantos argentinos no logran llegar a fin de mes? Este artículo explora las raíces de este fenómeno, su interrelación con la política, y cómo las fluctuaciones económicas han afectado a diversos sectores de la sociedad.
El descenso en los niveles de ingresos
Desde hace aproximadamente ocho años, la situación económica en Argentina ha ido en declive. Un trabajador promedio, que antes percibía un salario un 40% superior a la canasta básica, hoy enfrenta una cruda realidad: está por debajo de la línea de pobreza. La situación se agrava para la mayoría de los hogares, que experimentan dificultades crónicas para llegar a fin de mes.

Este fenómeno no es exclusivo de la administración actual de Javier Milei, aunque su gestión ha sido marcada por una serie de decisiones que han impactado la economía. La inestabilidad económica no es nueva; comenzó en la era de Mauricio Macri, continuó con Alberto Fernández y se ha acentuado en el presente. La falta de confianza y paciencia de la población ha ido en aumento, alimentada por un estancamiento en la recuperación económica.
Una de las grandes preguntas es si las medidas impulsadas para inyectar dólares en la economía servirán para aliviar la situación antes de las elecciones. Sin embargo, es evidente que el problema de la pobreza y la falta de recursos no se resolverá únicamente con acciones del Tesoro de Estados Unidos.
Definición y medición de la pobreza en Argentina
La pobreza en Argentina se mide estrictamente a través de los ingresos. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) establece una canasta básica que incluye alimentos, ropa, y gastos en salud y educación. Esta canasta asume que los hogares tienen acceso a una vivienda propia, excluyendo los costos de alquiler.
Los hogares cuyos ingresos superan el costo de esta canasta son considerados no pobres, mientras que los que están por debajo son clasificados como pobres. Sin embargo, la medición puede ser engañosa. En periodos de inestabilidad, como devaluaciones o picos inflacionarios, los precios pueden aumentar rápidamente, dejando a los salarios rezagados.
El Observatorio de Deuda Social de la UCA ha señalado que en contextos de alta volatilidad, medir la pobreza por ingresos se vuelve menos preciso. Este análisis sugiere que, aunque puede haber una caída en la pobreza, su magnitud podría estar sobrerrepresentada en los informes oficiales.
El costo de la vida y la nueva estructura de ingresos
Hoy en día, el costo de vida ha aumentado de tal manera que una familia necesita ingresar más de $1.160.780 para no ser considerada pobre. Sin embargo, muchos salarios promedios no se acercan a esta cifra. En 2017, con un salario mínimo y medio era posible no caer en esta categoría, pero actualmente se requieren 3,6 salarios mínimos para evitar la pobreza.
La situación es aún más crítica para los hogares que dependen del salario mínimo. Con un ingreso que apenas cubre la mitad de la canasta básica, las familias tienen que hacer malabares para cubrir sus necesidades. A continuación, algunos datos relevantes sobre la situación salarial en el país:
- El salario mínimo ha perdido su impacto, siendo un valor indicativo más que una referencia real.
- El promedio de sueldos en blanco se encuentra en 1,5 millones, pero esto está muy por debajo de la línea de pobreza.
- Los indicadores muestran que los salarios están estancados, con una recuperación muy lenta desde 2017.
Impacto en los sectores públicos y jubilados
Los sectores públicos y los jubilados han sido de los más afectados por las políticas impulsadas por el gobierno de Milei. En 2017, los sueldos públicos superaban la línea de pobreza en 38 puntos, pero durante la gestión de Alberto Fernández, llegaron a estar empatados y, posteriormente, por debajo.
En la era Milei, los salarios públicos han caído a un 70% de la canasta de pobreza, lo que no muestra signos de recuperación. Las jubilaciones han seguido una tendencia similar, con los pensionados enfrentando una dura realidad.
Considerando la canasta básica individual para un jubilado que vive solo, el panorama es desalentador:
- En el mejor momento de Macri, los jubilados recibían un 144% de la canasta.
- Posteriormente, sus ingresos oscilaban entre estar arriba y debajo de la línea de pobreza.
- Actualmente, los jubilados de la mínima llevan más de 30 meses sin superar esta línea.
Si bien el bono de $70.000 ayuda a compensar las pérdidas, su efectividad se ve diluida por la inflación, lo que implica que el ingreso real de este sector continúa cayendo.
El contexto político y sus repercusiones
La situación política en Argentina ha añadido una capa de complejidad a la crisis económica. Aunque muchos lo mencionan en voz baja, hay quienes creen que el gobierno actual podría tener dificultades para completar su mandato. Un exfuncionario de la administración anterior criticaba la falta de planificación y acción del nuevo gobierno.
Sin embargo, en medio de la incertidumbre, Javier Milei ha encontrado un respiro gracias a acuerdos con organismos internacionales como el FMI, que en abril anunció un acuerdo récord de $20.000 millones. Estos fondos, junto a otros del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial, han proporcionado un alivio temporal.
La gran interrogante es si estas medidas servirán como un trampolín para un plan de desarrollo sostenible o simplemente permitirán al gobierno sobrevivir hasta las elecciones. Es esencial que se logren resultados tangibles que impacten la vida de las personas, en lugar de depender de soluciones temporales.
Conclusión: la necesidad de cambios estructurales
La situación económica en Argentina es un reflejo de problemas estructurales que requieren atención urgente. La pobreza no es solo un número; es una realidad que afecta a millones de personas en su día a día. Las políticas públicas deben centrarse en soluciones a largo plazo que garanticen una mejora en la calidad de vida de todos los ciudadanos, no solo en aliviar temporalmente la presión económica.
Solo a través de un enfoque integral y sostenible se podrá abordar la crisis de manera efectiva y brindar esperanza a aquellos que luchan por llegar a fin de mes.












