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Las escuelas islámicas en las que encadenan a los niños

Fiona Gaitán
Fiona Gaitán
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Cuando conocí a Ahmed, estaba en un cuarto solo y encadenado. Su cuerpo estaba marcado por las palizas que le habían dado. No sabe cuántos años tiene, pero probablemente tiene 10.

La escuela en la que lo encontré es una de las 23 instituciones islámicas en Sudán, conocidas como khalwas, que filmé encubiertamente durante un período de dos años, empezando a comienzos de 2018.https://9398b12c58947eb6e4c62504b1a44c6f.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-37/html/container.html

Fui testigo y filmé a muchos niños, algunos de apenas 5 años, que recibían severas golpizas, rutinariamente encadenados y recluidos sin comida o agua por los jeques, u hombres religiosos, encargados de las escuelas.

Algunos de los niños que no aparecieron en nuestro documental me dijeron que habían sido violados o sometidos a otras formas de abuso sexual.https://9398b12c58947eb6e4c62504b1a44c6f.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-37/html/container.html

Hay unas 30.000 khalwas en todo el país, según datos del gobierno sudanés. Reciben dinero del gobierno y de donantes privados tanto de Sudán como alrededor del mundo.

A los niños se les enseña a memorizar el Corán. Debido a que no cobran nada, las familias las consideran una alternativa a la educación tradicional, especialmente en las aldeas remotas donde no hay escuelas administradas por el gobierno. Los estudiantes son internos y sólo regresan a sus hogares durante las festividades.

Para muchos, estas escuelas que han operado durante generaciones son elementos centrales de la cultura sudanesa y son vistas como parte de la identidad nacional.

Sin embargo, en años recientes, los videos de niños golpeados han sido compartidos ampliamente en las redes sociales y se han publicado historias en los medios locales sobre jeques acusados de violación en las khalwas.

Los medios, el gobierno y hasta las organizaciones de derechos humanos han ignorado las denuncias.

Quise revelar lo generalizado que es el abuso y darles una voz a estos niños que no tienen la oportunidad de compartir sus historias.

Hasta yo tuve mis propias experiencias. Como adolescente, asistí a una khalwa. Cada día era un suplicio para tratar de evitar recibir una golpiza de los maestros.

Sabía que me pelearía con amigos y familia por esta investigación, pero la historia había que contarla. En el camino algunas de las personas que entrevisté me acusaron de ser parte de un «complot occidental para atacar a la educación religiosa».

Cuando contacté a la BBC, ya había estado varios meses filmando encubiertamente por mi cuenta. Una de las primeras khalwas que visité se llamaba Haj el-Daly, donde me dijeron que se habían perpetrado abusos.

Entré en la mezquita de la escuela con todos los demás durante las oraciones de mediodía y filmé secretamente con mi teléfono.

Cuando me arrodillaba, escuché un sonido metálico. Mi corazón se detuvo. Levanté la mirada y enfrente vi que los niños tenían grilletes en las piernas. Estaban encadenados como animales.

Concluidas las oraciones, los niños salieron arrastrando los pies. Pero cuando yo salía, escuché gritos violentos y llantos reprimidos.

Los sonidos me guiaron a un cuarto de estudio con poca luz, donde encontré a un niño llorando calladamente, con sus piernas juntas encadenadas. Empecé a filmar secretamente lo que veía.

Este era Ahmed. Me dijo que quería regresar a casa. Intenté tranquilizarlo, pero podía escuchar las voces de los jeques acercándose, así que dejé de filmar y me fui de la khalwa.

El trabajo investigativo del periodista Fateh Al-Rahman Al-Hamdani con el Servicio Árabe de la BBC produjo un documental sobre el abuso sistemático de niños en las escuelas islámicas en Sudán, un aparte del cual puedes ver aquí.

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