Hermanos de 6 y 9 años secuestrados y torturados hasta morir – La posible liberación de uno de los condenados, Marcelo Torrico, ha reabierto heridas y generado una ola de preocupación entre la comunidad y la familia de las víctimas. Con cada nuevo desarrollo del caso, los ecos de la justicia y la seguridad infantil se vuelven más relevantes que nunca.
- El contexto actual del caso de los hermanos Leguina
- El día que todo cambió: la desaparición de los hermanos Leguina
- La búsqueda, el hallazgo y la conmoción
- Un testigo clave y dos sospechosos
- La hipótesis principal: una venganza macabra
- Condenados: el futuro incierto de los asesinos
- El impacto del caso en la comunidad
El contexto actual del caso de los hermanos Leguina
A pesar de su condena a reclusión perpetua por el secuestro, tortura y asesinato de Octavio y Melani Leguina en mayo de 1998, Marcelo Torrico se encuentra cada vez más cerca de recuperar su libertad. La familia de las víctimas se muestra alarmada ante esta posibilidad, advirtiendo que “si sale, puede haber otros chicos en peligro”.

Torrico ha pasado más de 20 años en prisión, optando por el aislamiento, mientras que el sistema judicial ha comenzado un proceso que podría permitir su reintegración en la sociedad. La incertidumbre sobre su liberación ha generado gran inquietud entre quienes conocen la historia, y especialmente entre los familiares de los niños asesinados.
En declaraciones a TN, Miguel Leguina, el padre de Octavio y Melani, expresó su angustia al enterarse de la inminente posibilidad de salida de Torrico. “Es una persona enferma”, afirmó, enfatizando el riesgo potencial que representaría para la comunidad.
El día que todo cambió: la desaparición de los hermanos Leguina
El 4 de mayo de 1998, Octavio y Melani Leguina, de 6 y 9 años respectivamente, salieron de su hogar en el barrio Alto la Viña rumbo a la escuela. Era una rutina habitual, pero ese día no regresaron. La preocupación de su padre, Miguel, creció rápidamente cuando, tras buscar en la escuela, descubrió que los niños nunca habían llegado.
“Como a las 17 no habían vuelto, agarré mi bicicleta y fui a la escuela a buscarlos”, recordó Miguel. La respuesta de la docente a su llegada transformó su preocupación en un terror absoluto: “Sus hijos no habían ido al colegio”.

Inmediatamente, Miguel comenzó a recorrer las calles y a preguntar a los amigos y familiares si habían visto a sus hijos, pero nadie tenía información. Su desesperación lo llevó a la comisaría, donde inicialmente no le tomaron la denuncia. “Vio como son los chicos, por ahí se han distraído en el camino”, le dijeron.
Sin embargo, el horror que estaba a punto de descubrirse superaría cualquier pesadilla.
La búsqueda, el hallazgo y la conmoción
Tras horas de angustia, a las 21 de aquel lunes, Miguel logró presentar la denuncia formal por la desaparición de sus hijos. Fue entonces cuando se activaron los primeros operativos de búsqueda. Durante seis días, familiares, vecinos y las autoridades se unieron en la búsqueda, hasta que finalmente, sus cuerpos fueron encontrados.
Los pequeños fueron hallados en un predio que pertenecía a un comisario retirado. La escena era devastadora: los cuerpos presentaban signos de tortura y abuso sexual, y aún llevaban puesta la ropa con la que habían salido de casa. Miguel recordó que, cerca de ellos, se encontraron sus mochilas y una polera manchada de sangre.
La investigación reveló detalles escalofriantes. Los niños habían sido forzados a ingerir cocaína, quemados con cigarrillos y, lo más perturbador, Melani había sido abusada sexualmente delante de su hermano. Este caso se convirtió en uno de los más oscuros de la historia de Salta.
Un testigo clave y dos sospechosos
Desde el inicio, el entorno de los niños fue investigado, pero no se encontró evidencia que los vinculara con el crimen. Fue entonces cuando surgieron los nombres de Marcelo Torrico y Esteban Brandán. La policía ya los había identificado por un robo de auto y, tras la declaración de un testigo, se convirtieron en los principales sospechosos.
Un niño que pasaba en bicicleta al momento del secuestro observó cómo Torrico y Brandán obligaban a los hermanos a subirse a un auto. Este testimonio fue crucial para la investigación y llevó a los investigadores a profundizar en el caso.
Los detectives pudieron establecer que los criminales trasladaron a las víctimas a la zona sur de la ciudad en un Volkswagen Gol y allí se perpetraron los actos atroces que terminaron con sus vidas. La brutalidad del crimen y la forma en que se desarrolló la investigación dejaron una marca indeleble en la sociedad.
La hipótesis principal: una venganza macabra
Uno de los aspectos más oscuros de este caso ha sido el motivo detrás del crimen. Durante el juicio en 1999, Torrico defendió su postura alegando que había actuado por venganza contra el padre de los niños, acusándolo de haberles “mejicaneado” drogas. Afirmó incluso que Miguel estuvo presente durante el asesinato, pero esta versión no pudo ser corroborada.
“Torrico no me conocía, ni a mí ni a los chicos. No fue ninguna venganza”, respondió Miguel, quien insistió en que sus hijos simplemente estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Las repercusiones de estas acusaciones fueron devastadoras para la familia Leguina, que enfrentó no solo la pérdida de sus hijos, sino también la estigmatización pública. Miguel, un pintor conocido en su comunidad, vio cómo su vida se desmoronaba debido a las malas interpretaciones y rumores sobre su persona.
Condenados: el futuro incierto de los asesinos
A lo largo de los años, el caso ha revelado múltiples fallas en la investigación, especialmente en el trabajo policial. Miguel Leguina ha señalado que la Justicia no citó a declarar a testigos clave que podrían haber ofrecido información valiosa sobre el secuestro y asesinato de sus hijos.
Un año después de los asesinatos, tanto Torrico como Brandán recibieron la pena máxima y continúan detenidos en la cárcel de Villa Las Rosas. Sin embargo, la posibilidad de que Torrico obtenga la libertad ha reabierto el debate sobre la resocialización de criminales y la seguridad pública.
En recientes declaraciones, la jueza Ada Zunino, quien supervisa el caso, mencionó que la reunión para evaluar la situación de Torrico aún no ha tenido lugar, pero está en curso. “No sé si será dentro de dos, tres, cinco o diez años, pero en algún momento va a salir”, afirmó, señalando que su liberación es una obligación del sistema judicial.
El impacto del caso en la comunidad
El caso de los hermanos Leguina no solo resonó en Salta, sino que dejó una huella profunda en todo el país. La brutalidad del crimen, así como el sufrimiento de la familia y la comunidad, han motivado numerosas marchas y manifestaciones en busca de justicia, reclamando un sistema judicial que proteja a los más vulnerables.
- La creación de campañas de concienciación sobre la seguridad infantil.
- El fortalecimiento de las políticas de protección a la infancia.
- La exigencia de reformas en el sistema penitenciario para asegurar que los criminales no sean liberados prematuramente.
- El apoyo psicológico a las familias de víctimas de crímenes violentos.
La familia Leguina, aún cargando con el dolor de la pérdida, ha buscado dar un ejemplo a las nuevas generaciones, mostrando que a pesar de la tragedia, es posible encontrar un camino hacia la sanación y la justicia.
Con cada nuevo avance en el caso, la comunidad se mantiene atenta y alerta, dispuesta a luchar para que la memoria de Octavio y Melani no sea olvidada, y para que las lecciones aprendidas sirvan como un recordatorio de la importancia de proteger a nuestros niños.












