La zona sur del departamento Capital creció en los últimos años, especialmente a ambas márgenes de la calle Independencia. A pocos kilómetros de los cementerios de Los Flores, más específicamente en la localidad de Maco, las edificaciones se multiplicaron con casas de fin de semana, para vivir en forma permanente e incluso, se construyó un complejo de departamentos, en el afán de alejarse del ruido de la ciudad.
Entre los que eligieron la zona rural para afincarse está un “porteño”, quien llegó a Santiago del Estero a trabajar para una fuerza de seguridad y se quedó definitivamente. Compró un terreno y construyó su casa en Maco.
Después de un par de años de residencia, en las últimas semanas comenzó a escuchar gritos espeluznantes. Ocurren después de la medianoche, cuando la zona se calma aún más. Incluso, al recordar esos gritos vuelve a espeluzar su cuerpo. Salió a ver si había alguien por las calles de tierra, pero no vio nada en ninguna de las ocasiones.
La búsqueda de explicaciones lo llevó además a charlar con pobladores que nacieron, se criaron y aún viven en el lugar, algunos de los cuales ya tienen más de cinco décadas encima. Ellos también escucharon los gritos, aunque ya están “casi acostumbrados”. Le contaron que este tipo de hechos no sucede siempre. “A veces pasan muchos años sin escuchar este tipo de cosas”, le confiaron.
Sin embargo, los autóctonos encuentran explicación a los gritos espeluznantes a una protagonista de la mitología santiagueña, que para ellos deambula por los senderos de la espesura del monte de algunos sectores que aún permanecen vírgenes. En este sentido, una de las vecinas cercanas a uno de los cementerios de la zona le dijo que, una de las noches en las que se escuchó el grito, los perros ladraron insistentemente, “corrieron hacia el monte y regresaron con manchas de sangre”.
El nuevo vecino de Maco tuvo otra experiencia escalofriante. Acostumbrado a madrugar y a salir al patio con las primeras luces del día para respirar aire puro y oxigenar sus pulmones, observó que, desde un sendero que no conduce a ninguna casa, salió del monte una mujer “vestida todo de negro”. Salió afuera para encontrarla en el camino de tierra, pero no había nadie. Fue algo increíble”, afirmó el “porteño”.
El nuevo poblador de la zona indicó que, a raíz de las experiencias aterradoras, se tejieron varias hipótesis, algunas desopilantes; sin embargo, lo real hasta el momento son los gritos que surcan el aire y la espesura del monte que aún crece detrás de las nuevas residencias.