Había recuperado su libertad en noviembre pasado.
Gustavo Marcelo Quispe, el ladrón que fue asesinado a golpes en la cabeza en medio del Vía Crucis en Ciudad Evita, había salido de la cárcel hace cinco meses después de cumplir una condena por homicidio.
El linchamiento que terminó con la muerte de Quispe ocurrió el viernes pasado. Esa noche, junto a otro cómplice, intentó robar en una casa de la calle El Jume al 2900 pero fueron descubiertos por la dueña de casa y su hija y escaparon corriendo. La fuga para uno de ellos terminó a 200 metros de ese lugar. Quedó atrapado por la procesión de fieles por el Viernes Santo.
De acuerdo a los primeros datos surgidos de la investigación, tres hombres redujeron a Quispe, le ataron las manos con sus cordones y le pegaron hasta matarlo. La autopsia determinó que sufrió “una hemorragia intracraneana causada por politraumatismos y eso le generó un paro cardíaco».
No era la primera vez, sin embargo, que el ladrón protagonizaba un hecho delictivo. Tenía una condena a cinco años de prisión por «homicidio agravado por el uso de arma y robo calificado» que lo mantuvo tras las rejas en la Unidad N° 9 de La Plata hasta noviembre, indicaron fuentes cercanas a la causa al diario Clarín.
Tampoco era el único integrante de su familia que tuvo problemas con la ley. En 2006, su mamá, Laura Raquel Quispe, encabezó durante cuatro horas una dramática toma de rehenes en una escribanía, a dos cuadras de los Tribunales porteños. «Robo por mis hijos«, argumentó en ese momento ante los medios.
La mujer estuvo dos años detenida por ese hecho y fue quien reconoció el cuerpo de su hijo el viernes tras el linchamiento. Su otro hijo, hermano mellizo de Gustavo, también está muerto.
La causa por la muerte de Quispe fue caratulada como «homicidio». Ahora, la Justicia busca pistas en las cámaras de seguridad para identificar a los tres hombres que lo asesinaron. El cómplice del ladrón, mientras tanto, también sigue prófugo.