Sus palabras, que reflejan la cruda realidad de su trabajo, han resonado en muchos, evidenciando la necesidad de un cambio en la percepción y en las políticas sobre el trabajo sexual. Analicemos su historia y las complejidades que enfrentó.
La vida de Lara como trabajadora sexual
Lara, quien adoptó el seudónimo de Luna durante una entrevista en televisión, compartió su experiencia en el mundo del trabajo sexual. En una conmovedora conversación con el programa de Sergio Lapegüe en América TV, ella se presentó como una joven de 20 años, ocultando su verdadera edad para proteger su identidad y evitar repercusiones. “Si pagan en dólares, mejor”, afirmó, dejando claro que las condiciones económicas influyen en su elección de trabajo.
En un entorno donde la precariedad y el estigma son constantes, Lara expresó la realidad de su vida y la de sus compañeras, quienes se ven forzadas a trabajar en las calles, a menudo expuestas a situaciones peligrosas. Sus palabras no solo revelan su vulnerabilidad, sino también su resiliencia ante un sistema que las marginaliza.
Las dificultades del trabajo en la calle
Durante la entrevista, Lara se quejó de la falta de respeto que enfrentan por parte de los vecinos en la zona donde trabajaban. “Nosotros estamos desnudas, pero nos sacan fotos y por eso estamos un poco enojadas porque es sin nuestro conocimiento”, explicó. Este tipo de invasión a su privacidad es un reflejo de cómo la sociedad percibe a las trabajadoras sexuales, como si su consentimiento no tuviera valor.
Además, describió cómo la situación en la calle se complica por la hostilidad que experimentan de las personas que viven en la zona. “Los vecinos se quejan, son una falta de respeto porque nos tiran agua caliente”, comentó. Este tipo de agresiones físicas y verbales subraya la precariedad de su situación y la falta de protección que sufren.
Medidas de seguridad que implementaban
Lara también discutió las medidas que ella y sus compañeras tomaban para garantizar su seguridad en un entorno tan peligroso. “Claramente hacemos una videollamada para saber cómo son los clientes y minutos antes pedimos que nos paguen por adelantado por seguridad”, declaró. Este enfoque demuestra un nivel de precaución que es esencial en su trabajo, donde la confianza puede ser una cuestión de vida o muerte.
- Solicitar pagos por adelantado.
- Realizar videollamadas con los clientes antes de encontrarse.
- Contar con un círculo de compañeras que se apoyan mutuamente.
- Evitar lugares peligrosos y optar por sitios más seguros.
- Estar atentas a las actitudes sospechosas de los clientes.
La realidad es que, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse a salvo, las trabajadoras sexuales como Lara siguen expuestas a un alto riesgo de violencia y explotación. Su historia resalta la necesidad urgente de un enfoque más humanizado y seguro hacia el trabajo sexual.
El contexto social y la estigmatización del trabajo sexual
El caso de Lara no es un hecho aislado. En muchas sociedades, el trabajo sexual está rodeado de estigmas que dificultan la vida de quienes lo ejercen. La demonización de las trabajadoras sexuales perpetúa un ciclo de violencia y marginación. En lugar de ser vistas como personas con derechos y dignidad, a menudo son tratadas como objetos o delincuentes.
Este contexto social crea un ambiente en el que las trabajadoras sexuales son aún más vulnerables a la violencia y la explotación. La falta de políticas públicas que protejan sus derechos, junto con la criminalización de su trabajo, contribuyen a su situación precaria.












