Ante las reiteradas denuncias de abusos sexuales perpetuadas por las fuerzas de seguridad, Filo.News habló con una periodista feminista chilena quien detalló qué está sucediendo con las feminidades en esta grave crisis institucional del país trasandino.
Hace 46º sucedía en Chile el sangriento golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende. El golpe de Estado marcó el fin del gobierno de la Unidad Popular, y Pinochet tomó el mando. Chile, que hasta ese entonces se mantenía como una de las democracias más estables en América Latina vivió una dictadura militar que se extendió hasta 1990 y que dejó más de 40 mil desaparecidos y desaparecidas.
Entre muchas de las atrocidades y violaciones a los Derechos Humanos que sucedieron en dicha dictadura, los abusos sexuales se caracterizaron por ser una de las herramientas adoctrinadoras más sistemáticas.
No es novedad. Durante siglos el cuerpo de todas las feminidades es tomado como un campo de batalla en donde los hombres violentan, ultrajan y miden su poder. Y si bien este tipo de delitos sucedieron durante toda nuestra historia y específicamente en manos del Estado en todas las dictaduras de todo el planeta, hoy los abusos sexuales por parte del aparato institucional (que nunca dejaron de existir) vuelven a ser masivos en Chile.
Este país, que desde hace una semana traviesa una de las peores crisis sociales, económicas y culturales de su historia moderna, se encuentra sumergido en una completa oscuridad. Los medios chilenos censuran la información y las redes sociales bajan todo tipo de contenido que busca denunciar el violento accionar de las Fuerzas Armadas.
Si bien hasta el día de la fecha hay más de cinco mil detenidos y detenidas y muchísimas (aún no se sabe cuántas) personas desaparecidas, una de las las violencias que resuenan a través de las redes sociales es el abuso sexual como arma de adoctrinamiento.
Hace 46º sucedía en Chile el sangriento golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende. El golpe de Estado marcó el fin del gobierno de la Unidad Popular, y Pinochet tomó el mando. Chile, que hasta ese entonces se mantenía como una de las democracias más estables en América Latina vivió una dictadura militar que se extendió hasta 1990 y que dejó más de 40 mil desaparecidos y desaparecidas.
Entre muchas de las atrocidades y violaciones a los Derechos Humanos que sucedieron en dicha dictadura, los abusos sexuales se caracterizaron por ser una de las herramientas adoctrinadoras más sistemáticas.
No es novedad. Durante siglos el cuerpo de todas las feminidades es tomado como un campo de batalla en donde los hombres violentan, ultrajan y miden su poder. Y si bien este tipo de delitos sucedieron durante toda nuestra historia y específicamente en manos del Estado en todas las dictaduras de todo el planeta, hoy los abusos sexuales por parte del aparato institucional (que nunca dejaron de existir) vuelven a ser masivos en Chile.
Este país, que desde hace una semana traviesa una de las peores crisis sociales, económicas y culturales de su historia moderna, se encuentra sumergido en una completa oscuridad. Los medios chilenos censuran la información y las redes sociales bajan todo tipo de contenido que busca denunciar el violento accionar de las Fuerzas Armadas.
Si bien hasta el día de la fecha hay más de cinco mil detenidos y detenidas y muchísimas (aún no se sabe cuántas) personas desaparecidas, una de las las violencias que resuenan a través de las redes sociales es el abuso sexual como arma de adoctrinamiento.
Para entender qué está pasando y darle visibilidad, Filo.News habló con Carolina Rojas, periodista feminista chilena quien nos contó cómo viven las mujeres y feminidades este estado de sitio que tiene al mundo en vilo desde el viernes pasado.
«Ser mujer en Chile es vivir todas estas violencias de forma distinta. Pero bueno, no solo en Chile, ¿no? En gran parte del mundo ser mujeres siempre es ser más vulnerable a este tipo de agresiones. La violencia político sexual sucede continuamente en nuestro país en las ultimas décadas. Las fuerzas policiales siempre fueron educadas para ser dispositivos patriarcales y esto nos resuena desde la dictadura. Es de conocimiento público la violencia sexual que se ejerció contra las opositoras en los centros de torturas en esa época. Una especie de elemento disuasivo que resuena hasta hoy», explica Rojas.
Pero no hay que irse tan lejos para hablar de Golpe de estado. Más allá de que el actual presidente Sebastián Piñera haya asumido a través del voto popular, hoy la situación de Chile es muy similar a una dictadura pero, esta vez, en medio de un gobierno que se supone democrático. Y si bien este tipo de violencias se perpertúan desde siempre, en situaciones como las que atraviesa el país, los abusos a los Derechos Humanos suceden de forma sistemática y con total impunidad.
«El abuso sexual es algo muy marcado que tiene la policía chilena y en las manifestaciones, siempre y ademas de los golpes, ocurren vejaciones sexuales. Fue de conocimiento público que en las manifestaciones estudiantiles habían órdenes especificas de levantarles la falda a las adolescentes, que las tomaran desde los genitales o de sus pechos», relata la periodista.
«Lo que recavamos son historias que tienen que ver con cómo, en estas detenciones completamente arbitrarias, en comisarias o en calabozos, denuncian amenazas de violación. En uno de los tantos saqueos a los supermercados, los militares tuvieron retenidas muchas personas pero a las mujeres se las trató de otra manera. Una víctima contó que le recorrieron el cuerpo con un fusil y que la amenazaron con penetrarla con ese fusil», detalla Rojas.
Este tipo de abusos por parte de las fuerzas policiales no sólo busca demostrar poder sino, además, quitar a las feminidades de los espacios de protesta. «En este intento de quitarnos de los espacios a las feministas y a las mujeres estamos siendo detenidas y estamos especialmente vulneradas. Las mujeres chilenas tienen mucho miedo», explica.
La epidemia machista que se comparte
En Chile durante los últimos diez años, 515 mujeres fueron asesinadas en manos de varones violentos. La violencia de género hace estragos en toda latinoamérica y el mundo, pero es en estos país en donde la desidia estatal se hace presente y no hay aparatos institucionales que alberguen o cuiden a esta población que es, por culpa del machismo, una de las más vulnerables.
Pero si ser una feminidad ya es un factor de riesgo, ser una feminidad migrante, mucho más. «Tenemos mucho miedo por cómo están tratando, también, a las mujeres migrantes que salen de situaciones violentas en sus países y eso le tenés que sumar la barrera ideomática, lo que genera mayor dificultad para ellas. Se pudo ver en muchas detenciones que había muchas extranjeras», comenta preocupada la periodista.
La ausencia estatal respecto a este tipo de vejaciones es contundente y coincide con toda la región. «En nuestros ministerios públicos no se encuentra Justicia por miles de casos de abuso sexual, por ejemplo. La prima de Nicole Saavedra (una joven lesbiana asesinada en 2016), tuvo que encadenarse en la fiscalía en dos ocasiones para poder encontrar respuesta porque cambiaron cuatro veces de fiscal y siempre tanto ella como su madre, familiares directas de la Nicole, fueron tratadas como imputadas y no como victimas. Este es un ejemplo de muchos. Como periodista feminista me doy cuenta cómo estas demandas no encuentran respuestas dentro de las instituciones y hay una falta de voluntad política muy fuerte por cambiar las condiciones en las que nos encontramos las mujeres chilenas», explica Rojas.
Ante la desidia estatal, la fuerza feminista
Pero no todo es oscuridad. Desde hace décadas pero especialimente desde el 2015 en nuestro país y luego por efecto de contagio en el resto de latinoamérica, los movimientos de mujeres y los movimientos feministas, suplen con sudor y lágrimas todo aquello que el Estado no soluciona, ampara, trabaja y combate.
Y Chile no se queda atrás. La actividad de las organicaciones feministas se aceleró e intentar salvar a todas las feminidades de las distintas violencias vividas se volvió un objetivo claro y urgente en la agenda pública. «Logramos vincular con las escuelas, con las periodistas, con todo el movimiento una reflexión que tiene que ver con el androcentrismo desde los espacios que habitamos. El feminismo se vive con mucha indignación en nuestro país, porque todo el tiempo estamos reaccionando sobre la tragedia», indica la periodista.
Las dificultades a la hora de denunciar abusos, a la hora de acceder a los mismos derechos, a una vida sin violencia, a no ser subestimadas o denigradas, se parecen mucho a los padecimientos que vive el resto de la región. «Los chilenos estamos atrasados en lo que las leyes respecta. Por ejemplo el aborto por causales. Los objetores de conciencia limitan el ejercicio del derecho de las mujeres a poder abortar», cuenta refiriéndose a lo que aquí en Argentina también sucede respecto al acceso a la interrupción legal del Embarazo (ILE).
Pero los movimientos feministas están activos. Y si bien hay muchas barreras que vienen, nada más y nada menos que desde el mismo Estado, hay muchas mujeres dispuestas a generar espacios de cuidado y prevención.
«Desde todos los espacios femiistas estamos trabajando para visibilizar esta situación. Es difícil enfrentarse a este escenario, nadie esperaba que pasara algo así. Desde 1987 que no sucedía algo así en nuestro país. Llevamos muy pocos días en esto y ya son muchas las denuncias que están relacionadas con estos malos tratos, con vejaciones sexuales que vulneran a todos pero particularmente a las mujeres. Hay chicas que fueron detenidas y desnudadas delante de varones de las fuerzas, han sido tocadas en sus genitales, han sido amenazadas y violentadas desde lo verbal con sobrenombres sexistas», detalla conmovida y finaliza: «Hago un llamado al periodismo mundial. Necesitamos ser garantes de visibilizar lo que realmente está pasando porque todo esto no lo cuentan los los medios de aquí. Hoy las mujeres chilenas están muy asustadas y la contención estatal no existe pero, por suerte, existe el feminismo».