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Después del asesinato de Ludmila Pretti, asesinaron a una joven de 14 años que venia de visitar a sus amigos.

SCALDIA
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Asesinaron a una joven de 14 años – Las palabras estructuran nuestras ideas, son la forma que toman lo que pensamos y sentimos, la traducción de valores y creencias culturales. Las palabras, esos pequeños y grandes detalles, importan. Siempre importan pero, sobre todo, cuando hablamos de problemáticas que nos tienen como protagonistas.

Importan cuando buscamos analizar por qué pasa lo que pasa, las causas y consecuencias de este genocidio eterno y a cuenta gotas.  

En nuestro país no muere una mujer cada 28 horas, en nuestro país un varón mata a una mujer cada 28 horas. No son muertes casuales, a todas las une el factor de género, de desigualdad económica, social y sexual en una sociedad que nos enseña a nosotras cuidarnos y no a ellos a no maltratarnos. 

El lunes encontraron el cuerpo de Ludmila, una joven de 14 años que se juntó con sus amigos y la noche tuvo el peor de los desenlaces: se encontró con un varón violento. Las hipótesis sostienen que se resistió a un abuso y que por eso la mataron. Los titulares, las noticias, la información que gira al rededor del caso, espanta. 

Asesinaron a una joven de 14 años
Ludmila Peretti.

Pero no espanta solo por el contenido, por esta realidad que nos golpea a diario y el miedo espantoso de que vos, tu prima, tu hija, tu amiga o vecina sean la próxima Ludmila, espanta porque desde los medios de comunicación aún se cometen errores garrafales a la hora de informar. 

Ayer en las redes sociales el hashtag #LaMataron fue tendencia todo el día en respuesta al titular del diario La Nación que señalaba que a Ludmila la buscaban desde el domingo y que «había aparecido muerta» en una bolsa. El canal de noticias Crónica también informó el asesinato de esta manera. «Fue a una fiesta: apareció muerta», indicaba el graf. 

Una y otra vez desde los feminismos repetimos la necesidad de enfocar a donde hay que hacerlo y eso nunca es hacia la victima. La victima de un posible femicidio no decide morir y aparecer adentro de una bolsa. Alguien lo decidió por ella. 

No somos nosotras las que aparecemos muertas, nos matan. ¿Cuántas veces más hay que hacer esta dolorosa aclaración? Y son varones quienes cometen estos asesinatos. El 70% de las veces, son parejas o ex parejasEl 80% de los femicidios suceden en la casa de la víctima, casa en la que, en contexto pandémico, deben estar recluidas. No hay salida aparente, no hay escapatoria para esta pesadilla.  

¿Son los medios un espejo de la realidad? ¿Estas formas de comunicar son simplemente errores de algún redactor o redactora distraída? ¿Aún estes periodistes no se dieron cuenta de que un femicidio es tema de agenda pública? ¿Que los feminismos estarán al acecho de este tipo de errores y serán tendencia (para mal, si es que eso existe) en las redes sociales? 

Son demasiadas preguntas de las cuales no tengo una respuesta clara. Pero entiendo y leo estos episodios trágicos como una posibilidad de capitalizar, de explicar por qué no se debe titular así, de explicar por qué desde el periodismo tenemos que comenzar ayer a tomarnos esto en serio. A pensar antes de tipear, a poner por delante la ética que la rapidez, a priorizar las ganas de cambiar las cosas por sobre todo lo demás.   

Cuando este tipo de titulares se activa, lo único que se logra es alimentar a un sistema de desigualdad estructural en el que siempre son las mujeres las que podrían haber evitado morir y no lo hicieron. Se repite la siniestra lógica de la culpa por ser víctima, se perpetúa así la idea de que en realidad somos nosotras y no ellos.     

No hay aún una Ley Micaela que nos enseñe cómo comunicar con el cristal de género, pero sí hay algunas capacitaciones que pueden funcionar. La Defensoría del pueblo, por ejemplo, tiene interesantes cursos para medios digitales y gráficos, son gratuitos y muy útiles. Y son muchas las organizaciones que se tomaron el trabajo de realizar distintos protocolos para abordar desde los medios este tipo de problemáticas. 

Aún así, el problema no radica sólo en la poca capacitación respecto al género sino en la subestimación de este tipo de errores en los titulares de los medios más leídos del país y la poca voluntad política para modificarse. 

La lista es larga, el premio al titular más espejo de esta cultura machista se lo ganó Clarín cuando informó que Melina Romero había aparecido muerta porque era «fanática de los boliches». Noticia protagonista en cursos de periodismo de género como todo lo que está mal a la hora de titular sobre femicidios. Noticia que aún continúa idéntica en la web ya que siquiera se tomaron el trabajo de modificarla. 

Pero no todo es oscuridad. El empuje y la importancia que tiene nuestra voz como realizadoras de contenidos y consumidores dentro de los medios y de las redes sociales es clave para, con repudio, modificar estos usos y costumbres de un periodismo varón que nada se cuestiona.   

No dejemos nunca de exigirle a los medios y a quienes comunican cómo se debe hablar, titular y abordar este tipo de casos. Las formas también son el mensaje y las elección de palabras para quienes trabajamos con ellas, piezas fundamentales de este nuevo paradigma. 

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