Pese a que el Covid-19 se ganó todos los titulares desde finales de 2019, en un mundo sin la presencia del SARS-CoV-2, los Accidentes Cerebrovasculares (ACV) eran la segunda causa de muerte en el mundo y en la Argentina eran la primera causa de discapacidad. ¿Cuál es su prevención, los factores de riesgo y la incidencia de la pandemia en esta dolencia?
“La primera causa de muerte es el infarto de miocardio y la segunda es el ACV”, señaló a A24.com Conrado Estol (MN 65005), neurólogo especialista en esta dolencia, quien además destacó que puede ser prevenible. Al tiempo que el neurólogo Juan José Cirio (MN 81783), Jefe de la Unidad de Stroke de la Clínica La Sagrada Familia, destacó: “El cerebro controla todos nuestros movimientos, lo que pensamos, aprendemos, recordamos, sentimos y hasta nuestra capacidad para comunicarnos. Todo esto puede afectarse por un ataque cerebral”.
Es por eso que ambos especialistas destacaron que “a pesar de las restricciones debemos recordar que el ACV no puede esperar. Por eso decimos que el ‘ACV no se queda en casa’. Ante la presencia de alguno de los síntomas se debe consultar de inmediato al sistema de emergencia”.
Qué es y cuáles son sus síntomas
El ataque cerebrovascular (ACV) es una disfunción neurológica súbita, provocada por problemas repentinos en la circulación de la sangre, que alteran el aporte de oxígeno a las neuronas. Es decir, que por falta de circulación o por rotura y «desborde» de sangre, desde que comienza el ataque, el cerebro sufre una pérdida de 34.000 células cerebrales por segundo. Estos accidentes se dividen en dos tipos: isquémicos, que representan el 85% de los casos, y hemorrágicos, que configuran el 15% restante.
“Son los extremos de un espectro. En el isquémico se tapa la arteria y se infarta el tejido cerebral, al que no le llega más sangre y por lo tanto no le llega más oxígeno. El hemorrágico ocurre cuando se rompe una arteria y sale sangre que lastima al tejido que rodea al lugar donde se rompe la arteria”, detalló Estol.
Por su parte, Cirio agregó: “Ambos pueden ocurrir en cualquier localización del sistema nervioso central (cerebro, tronco cerebral, cerebelo, médula espinal hasta incluso a nivel de la retina). Por lo tanto, desde su origen, son muy diferentes, al igual que las posibilidades de tratamiento”.
Los síntomas se agrupan y simplifican en:
- Falta de sensación, debilidad o parálisis repentina en la cara, el brazo o la pierna, especialmente en un lado del cuerpo. Se trata del síntoma más frecuente.
- Confusión súbita, problemas repentinos para hablar o entender.
- Problemas repentinos para ver con un ojo.
- Dificultades súbitas para caminar, mareo, vértigo, pérdida del equilibrio o falta de coordinación.
- Dolor de cabeza súbito y de máxima intensidad, muchas veces llamada cefalea en estallido, que es el síntoma más sugestivo de hemorragia cerebral.
“Los isquémicos ocurren cuando se tapa un vaso grande, como la carótida en el cuello, o un vaso pequeño, que son literalmente como un pelo que están adentro del cerebro y pueden dar una hemiplejía a pesar de ser como un pelo. Dentro de los isquémicos están los cardíacos o cardioembólicos, donde un coágulo se desprende del corazón y migra al cerebro. En los hemorrágicos, el más frecuente es por hipertensión arterial, que tiene lugar cuando se rompe la arteria y produce una hemorragia cerebral; y hay otros causados por la ruptura de una aneurisma o por una malformación arteriovenosa (MAV)”, explicó Estol.
Tratamientos y prevención
Como si se tratara de un accidente de tráfico, en el ACV la velocidad en el tratamiento es esencial para minimizar las secuelas. Es por eso que uno de los puntos más importantes para tener en cuenta es el control de los factores de riesgo.
Cuáles son los 10 factores de riesgo que son responsables del 90% de los ACV:
- Hipertensión
- Diabetes
- Colesterol alto
- Tabaquismo
- Fibrilación auricular
- Alimentación no saludable
- Sedentarismo
- Obesidad
- Estrés
- Consumo de alcohol excesivo
«A los factores de riesgo se los divide en modificables y no modificables. Los primeros son aquellos en los que podemos actuar para controlarlos, como es la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, la dislipemia (colesterol y lípidos en sangre) y el síndrome de apnea del sueño, entre otros. Mientras que entre los no modificables se encuentran: la edad, el sexo (los hombres tienen mayor riesgo, pero este aumenta en la mujer postmenopáusica hasta que iguala al del hombre) y factores genéticos, entre otros», detalló Cirio.
En ese sentido, Estol advirtió que «si controláramos todos los factores de riesgo como se debe, porque todos son conocidos, la cantidad de ACV disminuiría más del 80% en el mundo. Es una enfermedad absolutamente prevenible. Evidentemente, hacemos mal los deberes. La mayoría de la gente no tiene un estilo de vida sano y el sistema de salud detecta poco los factores de riesgos tratables».
Cada año se producen alrededor de 55.000 accidentes cerebrovasculares en Argentina.
Es por eso que el Jefe de la Unidad de Stroke de la Clínica La Sagrada Familia, aseveró que, además de la medicación, que «juega un rol fundamental en el control de los factores de riesgo», es necesario adoptar «hábitos de vida saludables«, tales como «reducir el consumo de sal (sodio) y de grasas en las comidas, comer al menos 3 veces por semana frutas y verduras -las Guías Alimentarias para la Población Argentina recomiendan consumir todos los días 5 porciones entre verduras y frutas de todo tipo y color-, dejar de fumar, no tomar alcohol de forma excesiva, practicar actividad física (150 minutos semanales), bajar de peso en el caso de sobrepeso u obesidad, y visitar al médico regularmente».
Ahora, cuando el accidente cerebrovascular ya tuvo lugar, el reloj será el peor enemigo de quien padece el ACV: «Una vez que ocurre, comienza una carrera para tratar de recuperar la circulación sanguínea, que puede lograrse a través de la circulación colateral desde vasos cercanos o esos vasos ocluidos que pueden recanalizarse a través de mecanismos de la coagulación sanguínea para disgregar los coágulos o a través del tratamiento médico capaz de desobstruir las arterias ocluidas», señaló Cirio.
«En el isquémico, uno busca abrir la arteria para que vuelva a circular sangre en el tejido que no está recibiendo oxígeno y se abre con el uso de una droga que degrada el coágulo, que es el rt-PA, y se usa en el mundo hace 25 años, aunque se tiene solo cerca de 4 horas para administrarse. La otra forma más reciente es ‘abrir’ la arteria con un catéter que se introduce hasta el lugar de la oclusión y, literalmente, se saca el coágulo aspirándolo o con otras técnicas con catéteres especiales», explicó el jefe de la Unidad Cerebrovascular del Sanatorio Güemes.
En nuestro país, 2 de cada 100 personas mayores de 40 años sufrieron un ACV.
En tanto, en los accidentes hemorrágicos, Estol señaló que «los aneurismas y las malformación arteriovenosa (MAV) se operan. Pero en la hemorragia hipertensiva, lamentablemente, no hay un tratamiento muy efectivo. Esencialmente, hay que bajar la presión y darle un tratamiento al paciente dependiendo de las complicaciones que tenga. No obstante, no hay un tratamiento en sí».
Según explicaron desde la Iniciativa Angels, que promueve la creación de una red de instituciones preparadas para poder brindar la mejor atención para los pacientes que sufren un ACV, «durante la cuarentena de 2020 hubo una marcada disminución de consultas, estudios diagnósticos e intervenciones terapéuticas«, siendo que las consultas en «los Servicios de Emergencias (Guardias) de las instituciones, cayeron un 74% y los pacientes que fueron internados por ACV disminuyeron un 46%«.
Según datos del Ministerio de Salud, las enfermedades cerebrovasculares causaron 19.200 muertes en 2019, último año del que se publicaron cifras. En 2016 se registró el pico de fallecimientos por este tipo de enfermedades, con 21.500 muertes.
Incidencia del Covid-19 en los ACV
A medida que avanza la pandemia, las secuelas de quienes padecieron Covid-19 parecen sumarse a una lista interminable de patologías. Incluso, algunos estudios habían asegurado que los convalecientes podrían a ser más propensos de sufrir un ACV. Sin embargo, esta situación se encuentra ligada con la propia enfermedad.
«Tempranamente en la pandemia, médicos del Hospital Mount Sinai (Monte Sinaí) de Nueva York publicaron que una serie de pacientes jóvenes padeció ACV y se le asignó una incidencia que realmente no tuvo el ACV en el Covid, aunque sí puede ocurrir. El Covid favorece la formación de trombos, que por supuesto pueden migrar al cerebro y tapar una arteria. Puede haber una predisposición; pero no se ha visto que esto sea demasiado frecuente. Por eso no ha quedado claro que se deba dar anticoagulantes preventivamente, salvo en algunos casos muy especiales», explicó Estol.
Mientras que Cirio detalló: «El Covid, al igual que múltiples enfermedades infecciosas, aumenta el riesgo de que ocurra un ACV, pero incluso la gripe aumenta el riesgo de ACV o infarto cardiaco». Y explicó: «Puede asociarse por los cambios que genera esta enfermedad a nivel de la coagulación sanguínea. Esto es claro en las infecciones con compromiso moderado o grave por coronavirus y más aún si existen factores de riesgo previos».
De todos modos, existe un factor que, lejos de la pandemia, puede ser determinante en la ocurrencia de estos accidentes: la contaminación.
«La polución del aire y el planeta aumentan muchísimo la ocurrencia de ACV y de infarto cardíaco. Las pequeñas partículas que flotan en el aire, de 2,5 micrones de diámetro, que están en todo el planeta por encima del nivel aceptable según la OMS. En nuestro país, incluso viendo el aire claro, también hay un exceso de polución que pasa por los pulmones a los vasos sanguíneos, los altera y produce infartos», afirmó Estol.
«Aproximadamente, se calcula que 6 millones de personas mueren por año, en el mundo, como causa de infarto cardiaco o cerebral en relación a la polución del aire. Es un factor prevenible y, además, muy poco reconocido, aunque está probada la causalidad», concluyó.
En la actualidad, 15 millones de personas por año sufren un ACV en el mundo y otros 5 millones y medio mueren en consecuencia. Es por eso que los especialistas recomiendan mantener una alimentación variada y saludable, realizar actividad física y mantenerse activo, y reducir el estrés. Para más información, ingresá acá.