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Antes y después: la impactante transformación de un joven que abandonó las drogas

SCaldia
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Lucas Jiménez es uno de los cientos de jóvenes que hoy ofrecen con sus manos bolsas de consorcio por las calles céntricas de San Miguel de Tucumán. También a veces vende artículos de limpieza y cuando un vecino lo necesita corta el pasto. Pero detrás de este joven de 25 años hay una historia de superación y un hecho que marca un antes y un después en su vida: “Es la primera vez que lo cuento y siento ganas de llorar”, contó Lucas este miércoles al sitio El Tucumano.

“Yo tengo 25 años y ahora vivo en Villa 9 de Julio con mis padres de corazón. Yo me drogué desde los 11 hasta los 23 años. Y decido contar mi historia para que llegue a mucha gente. A mí no me importa ser conocido. Pero antes de que dejen de leer lo que viví, me gustaría si se puede tomar un tiempo la gente para conocer mi historia. Quizás puede ayudar”.

La historia de Lucas Jiménez es la de un hijo nacido en una familia de nueve hermanos: “Mi madre es soltera, viuda. La verdad es que desde muy pequeño no he tenido una buena felicidad, una buena niñez. Siempre sentí un vacío en mi corazón, mucho dolor. No teníamos para comer, nunca tuve un buen padre. Eso no justifica nada de mis errores cometidos: me ha llevado a que yo fume, a que yo robe, a que yo tape el vacío de mi corazón, a que a mi propia madre le haya quitado muchos años de vida. Yo mismo me he intentado quitar la vida varias veces”.

“Yo era un vil menospreciado. Nadie quería saber nada conmigo, todo el mundo le decía a mi mamá que me iba a morir. Yo comí de la basura mucho tiempo. Cómo será que estaba tan perdido en la droga que ni me cortaba el pelo. Vivía como un indigente. Mi vida estaba tomada por el enemigo: mi madre no era mi madre, era una cualquiera. La trataba como a una ramera, como a una prostituta”, remarca Lucas, antes del momento bisagra en su vida.

“Hubo un día que yo llevaba amanecido siete días sin dormir. Estaba en la calle con un amigo, Carlitos. En ese momento fue cuando Dios se me ha revelado en una voz audible. La escuché como te la estoy diciendo ahora. Fue una voz clara al oído. Él me dijo: ‘Falta poco para que estés en mis manos’. Cuando Dios me estaba hablando, se lo dije a mi amigo: ‘¿Sabés que Dios me está hablando?’. Mi amigo me respondió: ‘Vos te estás quedando loco’. Apenas terminó ese diálogo, salió mi hermano a la calle al instante. Mi hermano ya iba a la Iglesia junto a mi madre. Ellos iban para pedir para que mi vida pudiera cambiar. Cuando lo vi a mi hermano, le dije en el acto: ‘Quiero cambiar mi vida, me estoy matando, estoy matando a mi mamá’. En ese momento, fuimos a sacar un pasaje a Buenos Aires y me internaron en un hogar para rehabilitarme”.

“Buenos Aires era una prueba muy grande: fui con dos camisas, un pantalón, y un par de zapatillas rotas. Me recibió un hogar cristiano que se llama Derribando Gigantes. Allí conocí la palabra del Señor que transformó mi vida. Cuando hablo de conocer la palabra del Señor es que empecé por Mateo, San Lucas, San Juan, cómo Jesús caminaba, hacía milagros, aceptarlo como el único fiel, y saber que lo que Dios empieza, Dios lo termina. Por eso yo he publicado esta foto: mi antes y mi después”, se sincera Lucas, quien abre su corazón un poco más para hablar de los errores cometidos en el pasado.

“Con muchas personas me he encontrado durante mi nueva vida y les he pedido perdón de los errores cometidos. Dios borra ese pasado y dice que las cosas viejas pasaron. Dios hizo que yo dejara atrás todo lo pasado y pudiera tener la oportunidad de hablar, de dirigirme a ustedes, a través de ustedes a aquellos que van a leer esta nota hoy. Dios me dio una oportunidad. Va a hacer cosas grandes en mí, pero no solo en mí sino en los chicos que están perdidos en las drogas. Por eso subí la foto. Dios quiere llevar un mensaje a esas vidas perdidas, que los chicos que lean estas notas sepan que sí se puede salir de las adicciones, que sí se puede”.

Mirá el antes y después de Lucas, junto a su madre:

“En la Iglesia donde estoy congregando, el Ministerio de Liberación Una Vida Nueva, me encantaría que la gente que está mal pudiera experimentar lo que se vive: una cosa es lo que te pueda contar, pero qué bueno que es que lo puedas experimentar. De ese Dios te estoy hablando”, agrega Lucas Jiménez, quien en la foto del antes y el después está abrazado a esa madre que solo ella sabe lo que ha vivido, lo que ha sufrido, lo que ha pedido por este hijo, y lo que ahora siente a su lado.

“Cuando mi mamá me vio en Buenos Aires restaurado, ella volvió a vivir, ella volvió a vivir su vida al lado de la mía. Hoy le puedo decir: ‘Mamá, yo te amo’, ‘Mamá, yo te quiero’. Podemos compartir una comida en paz, me llevo bien con mi familia. Te cuento y me dan ganas de llorar. Mi mamá cuando viajó a verme a Buenos Aires se olvidó los medicamentos. Tomaba 14 pastillas por día: desde clonazepam hasta remedios para la artrosis y diabetes. Desde ese día que me vio, nunca más las tomó. Se sanó con mi sanación. Y hoy acompaña esta etapa mientras vivo con mi familia del corazón en el hogar con Facundo, Julio y Gonzalo. Como te decía al principio: vendo bolsitas de residuo, corto el pasto, artículos de limpieza, con lo poquito que gano no alcanzo, pero aquí estamos: somos valientes, le ponemos empeño a la vida, y todo, pero todo fue gracias a Dios”.

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